De la poesía de Roberto
Goijman:
1976
Ante
las desorbitadas acciones de la luna
A
tiempo, la vida
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Ante
las desorbitadas acciones de la luna
A
Cristina de la Concha/ octubre 2006
I - Cómo
es eso que las flores se perdieron.
¿Por qué
en el camino la cicuta mató al pastor?
¿Acaso los
jazmines del alma amortiguaron los sonidos?
¿y las
pupilas, y las fuentes de invierno?
¿y los
todos que hablan a la noche de costado a las estrellas?
Si en el
rumbo se perdieron las semillas
qué será
entonces de las noches
sin las
desorbitadas canciones de la luna
antes de
parir la voz del mar.
II
- El fango refleja una ruta recta universal en tu cintura.
Nunca vi
un cabello tan largo.
Nunca una
curva tapada por ese polen inquieto.
La cornisa
amarra en sus costas
y el
germen de la vida entristece entre las sombras.
Nunca una
quimera se interpuso entre nosotros.
Eso era
antes.
III
- Si los nublados pies
si los
bordes oriundos de mis ojos
vieran el
final del horizonte.
Si la
mancha del tiempo hablara.
Desde
temprano mis huesos respiran
en su
soltura hacen sentir su pequeñez.
Una célula
se mueve
como el lápiz
antes de
escribir su movimiento.
IV
- De a poco va cayendo
se aquieta
el deseo y se agiliza mi pecho.
No puedo
decir nada al respecto
¿es
válido, el movimiento de las hojas sin viento?
V - El
esquema se me hace impensable.
El toro
frente al torero y en el medio
el
interrogante.
Siempre el
animal elegido será faena
haya o no,
fiesta bajo lluvia.
VI
- El espectro de piel insensible
siente
caminar entre sus dedos la soledad.
A veces,
la uña se corre
deja
entrar la suavidad de la luz.
Entre
ambos espacios
siempre
existió la vida.
VII
- Un atragantamiento, difuso, denso
entre las
tinieblas del fondo de las campanas
compagina
el traslado.
El ingreso
a ese músculo mayúsculo
de la
cavidad
no
soluciona el infinito sentido.
La
autocracia habitacional entre rejas no distingue
la palabra
de los hechos.
A
tiempo, la vida
I - Los
ojos semiderruidos debajo del lente.
La luz
diurna despeina las pestañas.
Los ojos
como si un
duende masticará oculto tras la vida, hablan.
II
- El espesor (angustia pronunciada en su capacidad)
siente que
entre tantos laberintos, el canal
de la
médula dorsal se atora.
La
borrasca es puro paisaje estático.
Necesita
al viento.
Sopla que
sopla, allá en el sur.
III
- Hay voces que tumban el olvido.
Se
divierten en alas las estrofas enclaustradas al origen.
La
verde-mala entre gestos murmura en alhambra.
Ellas, las
ternuras, señalan:
Se
aproxima la Voz.
IV
- Caído, entre tinieblas el cuerpo
el diente
sucio al costado de las sillas
el hombre
en penurias
el tiempo
ante sus señas.
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