11.Sept.2019
RETRATO DE SANGRE
(Sole mío,
Editorial Letras de Barro, México, 2019)
A mis padres
El obturador de la tarde nos alcanza
sentados en el patio de la casa de mis padres.
Lienzos de luz nos cubren de sol.
Cítricas extremidades
acarician con azahar sombra al patio.
Mi madre desprende un astro cítrico.
Cuidadosamente le retira la envoltura.
Un dulce sol aparece entre sus manos,
lo separa en gajos.
Nos obsequia, equitativamente,
una fracción de sol.
Yo leo un poema en voz alta.
En tanto, un colibrí se mira en el espejo.
Reconoce su plumaje,
sabe que existe, vuelve a la flor.
Mi padre sirve, generoso, un trago.
Agua ardiente de los cañaverales.
Hierve la sangre desde el primer sorbo.
Mamá ha olvidado qué día es hoy.
Ha olvidado si puso sal al mole.
Si agregó levadura al pan.
A mamá le gustan los huapangos,
aflora el zapateado al ritmo del son.
Rememora a la bisabuela con sus palabras.
¡Parece que no va a morir!
Mientras, en la radio escucha una pieza de Nicandro.
Mi padre sostiene un poemario entre sus manos.
Detrás de sus pupilas, la poesía emerge de sus labios.
Papá es un poeta, un sabio.
Papá no tomó cátedra.
Los poetas y los sabios
no se forjan en prestigiadas universidades.
Ellos beben las doradas fuentes colmenares,
las heridas del camino real.
Mamá va y viene del patio a la cocina,
pendiente de todo. Ama su cocina.
Custodia el fuego.
Riega el jardín.
Consiente sus flores.
Mamá, un sol que dora las espigas,
amasa, amorosa, la vida.
Sus manos son de maíz.
Las tortillas no faltan a la mesa.
Mamá vuelve de la cocina con una jarra de café.
Ha olvidado que ya lo había servido.
La atmósfera del patio
se ha inundado del aroma a café recién tostado.
En tanto, las sombras de la tarde escurren
hasta inundar los últimos matices del ocaso.
Tan puntual como la llama del candil,
mamá sirve la cena.
Celebra con espumoso chocolate.
Mi padre mira al cielo,
alza su bastón:
enciende las estrellas.
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