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Libros, las armas de los mexicanos asesinados en Ecuador
por Alba Martínez
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Libros, las armas de los mexicanos asesinados en Ecuador
(Autor: Alba Martínez) Juan, Verónica, Fernando y Soren
compartían el gusto por el estudio, la lectura y la música; pero
sus aspiraciones no se enclaustraban dentro de las aulas:
buscaban, dicen familiares, la solidaridad entre los pueblos.
"Ni guerrilleros ni terroristas", claman los padres de los
jóvenes masacrados en un campamento de las FARC.
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Las familias de los cuatro jóvenes mexicanos
comparten desde sus hogares los recuerdos y las vidas de sus hijos;
piden justicia por los asesinatos de quienes en febrero de este año
asistieron al Segundo Congreso de la Coordinadora Continental
Bolivariana convocado en Quito, Ecuador. En los primeros días de
marzo todos supieron los resultados del viaje que ellos
emprendieron: fueron masacrados en el campamento de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en Sucumbíos, localidad
ecuatoriana. Para los padres, aún no hay respuestas. |
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Ellos regresaron al país
después de una intensa jornada de "denuncia y solidaridad" que
realizaron por tres naciones sudamericanas: Ecuador, Chile y
Argentina. Organizan próximas movilizaciones: la Jornada Continental
de Protesta por las Víctimas de Sucumbíos y la realización del
Campamento Nacional contra el Imperialismo y la Guerra en América
Latina, ambas se llevarán a cabo en la capital mexicana en febrero
de 2009. |
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Sin embargo, el gobierno mexicano
ignora las demandas de los padres de ciudadanos mexicanos asesinados
en Ecuador. Ni la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) les
responde. |
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"Le apuestan al olvido", reclama
Álvaro González, historiador y padre de una de las víctimas. Él y
Rita, su esposa, junto a las otras familias, continúan la labor que
sus hijos emprendieron: "Crear lazos de solidaridad, dentro y fuera
de México, por la justicia y los derechos humanos con los pueblos
hermanos de Latinoamérica". |
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Además, luchan por contrarrestar las
acusaciones penales que pesan sobre sus hijos y otras 27 personas;
entre éstas: compañeros, familiares, investigadores, académicos,
defensores de derechos humanos. |
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La creación inspiradora, Verónica Carraspea, el
dolor logra invadir sus recuerdos. Sentada a la orilla del sillón y
con sus manos entrelazadas, Ana María mordisquea sus labios y desvía
la mirada. Huye de las lágrimas. No es la primera vez que padece el
síntoma. Ella y su hija ya antes lo compartieron. Hace cuatro años,
Ana perdió a su esposo; Verónica, a su padre. |
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Ahora, la madre de Verónica Natalia
Velásquez Ramírez se esfuerza y logra conversar. Recuerda que a su
"muchachita" le gustaba ir al teatro, ver cine, leer esos tantos
libros de los que incluso ella desconoce los títulos, y escuchar
música, "principalmente oaxaqueña". |
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Verónica, de 30 años y egresada de
la licenciatura en estudios latinoamericanos, estaba orgullosa de su
cultura, de la que compartía con su padre largas charlas antes de
que a él lo consumiera el cáncer de esófago. "Él estaba orgulloso de
sus dos hijos y quería que se prepararan –se estremece Ana María–.
Verónica y Javier (su hermano) se querían mucho y nunca tuve
problemas ni con ellos ni con su padre". |
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En febrero, en la colonia Jardines
de San Gabriel, allá en las zonas limítrofes y marginadas del Estado
de México, una madre comenzaba a desesperar. Sabía que desde el
extranjero las llamadas eran caras. Verónica se lo había dicho una
vez cuando se comunicó por teléfono. |
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Pero algo no estaba bien y Ana María
intentaba contactar a las familias de los compañeros de su hija. No
lo logró. El martes, tres días después del ataque al campamento de
las FARC –guerrilla de la que ni conocía su existencia–, su
desesperación se acentuó al escuchar el nombre de Lucia Morett en el
televisor. Verónica y Lucía se habían ido con otros tres de sus
compañeros, "casi hermanos", según recuerda. |
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"Pensamos que era un error, pudo ser
confusión de las embajadas", ni ella ni Javier le dieron tanta
importancia. "Ni siquiera lo hubiéramos pensado que ella estaba
ahí". Pero su peor pesadilla se hizo realidad el viernes 7 de marzo,
cuando los noticiarios citaron el nombre de Verónica. |
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Esa misma mañana, representantes del
gobierno mexiquense y vecinos acudieron a casa de la familia a
brindarle su apoyo. Ana María, desconsolada, narra cómo más asustada
que consciente fue conducida a la Secretaría de Relaciones
Exteriores. Ahí sólo obtuvo una respuesta: "Regrese el lunes"; era
fin de semana. |
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De origen humilde y lenguaje
sencillo, sonríe al definir el carácter de su hija: Verónica era
fuerte, perfeccionista, un buen ser humano y amiga. Desbordaba
"tanta imaginación". Atesorado, Ana María conserva un recuerdo de
Verónica: el último par de aretes que su "arañita" le tejió. |
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La tecnología desarrolla capacidades, Soren Al
fondo de la estancia, el altar ocupa toda la atención. Soren Ulises
Avilés Ángeles ya no está. En ese espacio quedaron fijos los
recuerdos de su vida, pero también el dolor de su familia. De vez en
cuando, ésta se reúne al pie del altar y comparte los momentos y
enseñanzas de Soren. |
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No hay por donde comenzar, para la
familia fueron tantas las virtudes que describirían al joven.
Telésforo considera que su hijo "era extrovertido, alegre y
–destaca– poseía una gran capacidad de asombro". |
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Las primeras lágrimas escapan cuándo
–con voz entrecortada– Telésforo da lectura a uno de los tantos
reconocimientos que, como estudiante de excelencia académica, Soren
obtuvo. |
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Por un momento, en la estancia
prevalece el silencio y sólo se rompe con el llanto colectivo.
Telésforo continúa: "República de Colombia, fue el nombre de la
escuela secundaria que reconoció a Soren como hijo predilecto".
Antes de partir, además de cursar el segundo semestre de maestría,
él trabajaba como docente en el Instituto Politécnico Nacional (IPN). |
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Como científico, Soren también
comprendía la importancia de compartir el estudio y la práctica con
las humanidades. Él quiso constatar lo que proponía en su tesis:
Formulación y diseño de políticas para el desarrollo e
implementación de tecnologías de la información en México, y su
contribución a la integración de América Latina y el Caribe, dicta
el protocolo presentado ante el Centro de Investigaciones
Económicas, Administrativas y Sociales del IPN. |
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Era su primer viaje fuera del país,
"aunque de México conocía las zonas arqueológicas y las comidas
típicas de cada rincón que visitaba". Además, él siempre llevó
consigo una cámara fotográfica, dice Alejandra, una de sus hermanas. |
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"Otra de sus habilidades era jugar
ajedrez", agrega Israel, uno de sus hermanos. Recuerda que cuando
viajaba también llevaba consigo un tablero de bolsillo. "Soren
memorizaba y analizaba los juegos; después me decía en qué
movimientos me había equivocado". |
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Soren era un ávido lector que
gustaba de la prosa y la poesía latinoamericana, especialmente la de
Nicolás Guillén, Pablo Neruda y Manuel Gutiérrez Nájera; pero
también leía filosofía. "Leía todo lo que llegaba a sus manos",
añade Alejandra. |
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Disfrutaba de la música
latinoamericana: Los Folkloristas, Inti-Illimani, los ritmos
mexicanos y andinos eran sus predilectos. La marimba, la trova
yucateca, el son cubano, el bolero y toda la música popular eran su
admiración, desde José Alfredo Jiménez hasta Tin-Tan. |
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La conversación transcurre y la
madre contiene sus palabras y el dolor. Ella mantiene fija la mirada
en aquel altar y en una de las tantas imágenes en las que su hijo
sonríe. |
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El último en recibir noticias de
Soren fue Israel, quien prefiere conservar para sí las últimas
líneas que su hermano le dedicó. Es un correo electrónico fechado el
28 de febrero en el que Soren le encargaba entregar besos a sus
padres y hermanos; lo retaba a su próxima partida de ajedrez; le
invitaba las siguientes "chelas"; y le expresaba cuánto los quería. |
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"Las lecturas que Soren hacía
respecto al contexto histórico de América Latina eran profundas". Y
es que el pensamiento y la opinión respecto al tema no eran pasados
por alto en el hogar: "Nadie puede ignorarlo y él tampoco lo hacía:
criticaba el sometimiento de la política mexicana a la
norteamericana". Respecto al presidente Colombiano, la madre por fin
expresa: "Que me pregunte quién era mi hijo en vez de decir
tonterías. Uribe, como otros, son personas que sólo acumulan poder
para destruir a los demás. A nosotros nos destruyeron". |
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La educación emancipadora, Fernando
A Chack, como lo conocían sus compañeros y amigos, le apasionaba la
docencia. "Tenemos que formar escuelas, crear casas de estudiantes.
Nosotros tenemos que construirlas", era su ideal; la historia, la
literatura, la filosofía y el derecho, sus instrumentos. |
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Sentado al fondo de un café, Marcelo
–padre de Fernando Franco Delgado– contiene la indignación y la
impotencia de no poder alcanzar nunca más los brazos de su hijo. |
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Recuerda que a Fernando le gustaba
escuchar música, leer e ir al teatro. En particular "encontraba más
sabor a la vida cuando escuchaba a los jaraneros y a los copleros".
Y es que juntos gozaban de escuchar música y asistir a eventos
culturales. |
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Él, de 28 años, era estudiante
becado en la Universidad Iberoamericana. "La idea prácticamente fue
mía, pero Fernando no se conformó y poco tiempo después logró
ingresar a la UNAM", donde también estudiaba filosofía. Pero además
–señala Marcelo– él quería estudiar medicina y economía. "Chack
nació para la escuela y mi trabajo en el taller era para apoyarlo". |
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Además de ser padre e hijo, "Chack y
yo éramos buenos amigos". Las lágrimas resbalan por las mejillas de
Marcelo al recobrar los instantes que padecieron juntos. "Era
opuesto a mí. De él, siempre aprendí; en esos momentos no era mi
hijo, era mi maestro". |
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Fernando tenía 18 años de edad
cuando su mamá se fue. "Chack y yo nos quedamos solos. Ella nunca
más nos dio la cara". Entonces, después de brindarle apoyo moral, el
hijo instó al padre a comprender y perdonar la voluntad de su madre.
"Es que Chack era compasivo". |
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Al referirse a la Cátedra
Bolivariana de la que Fernando y otros compañeros eran
participantes, Marcelo señala que ellos, "como jóvenes
incorruptibles, eran independientes; pero el gobierno no desea
opositores legítimos". –¿Fernando participaba políticamente dentro
del círculo de estudio al que se había integrado? |
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–Sí. Él tenía actividad política
porque creía que para tener un mejor país debíamos trabajar; educar
para concientizar. Pensaba que se podía vivir bien siendo honesto.
Mi hijo no era guerrillero ni terrorista, era un proyecto de gente
diferente; no era corrupto ni se prestaba a injusticias. Por eso lo
mataron. |
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Marcelo considera criminal el que un
personaje "tan siniestro y lleno de maldad" como Álvaro Uribe
decidiera masacrarlos y después acusarlos de terroristas y
narcotraficantes. Es que "los muchachos –señala– fueron investigados
desde tiempo atrás". |
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Indignado, el padre de Fernando
Franco describe cómo el cuerpo del joven fue la evidencia de la
crueldad y la saña con la que los cuatro universitarios fueron
asesinados: "Quedaron irreconocibles. No se puede tolerar tanta
infamia". |
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El ritmo de la lucha, Juan Se
han desplegado las cortinas en el departamento de un décimo piso. A
las habitaciones entra la luz; los ojos de Rita y Álvaro revelan
cansancio; delatan horas de sueño inconcluso, su indescriptible
sufrimiento y el padecer del silencio que ahora impera en el hogar. |
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En Tlatelolco, la familia González
del Castillo logra levantar el ánimo; lo hace al recobrar las
fuerzas para defender la memoria de su hijo. En la amplia mesa del
comedor, Rita logra articular –entre sollozos– las palabras: "El 16
de abril cumpliría 29; una edad muy bonita y llena de proyectos:
Juan tenía muchos proyectos". |
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Rita y Álvaro se resisten. Es que en
su habitación aún le esperan carteles y libros por aquí, ropa y
discos por allá. El armario permanece abierto; sus ropas,
desbordadas. En los muros, las imágenes de Allende, Martí, el Che y
Bolívar. |
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"Le gustaba la música". A decir de
su padre, era parte del proyecto con el que lograría su titulación.
Él era egresado de estudios latinoamericanos. "Lo haría este año, se
lo había prometido a su papá". Rita recuerda que su hijo se ocupaba
de estudiar los conflictos y la música de lucha en Latinoamérica. |
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Sería difícil definir su gusto
específico por la música. Es que Juan logró recopilar una colección
de más de 1 mil 500 discos compactos. De éstos, los ritmos que
inundaban las habitaciones de aquel décimo piso eran los andinos,
colombianos, argentinos; en fin, latinoamericanos. |
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A Juan lo recuerdan por su carácter
contrastante: "Era sumamente reservado y serio; pero, cuando sentía
confianza, era extrovertido, alegre y bromista". El semblante de
Rita revela su añoranza. Ella observa y se detiene a contemplar una
a una las fotos de su "amor": la cronología de la vida de su hijo
que se interrumpe un año atrás en la fiesta de cumpleaños de su
primo. |
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Sus padres consideran que Juan
poseía una gran cultura: "Cada vez que platicábamos con él nos
dábamos cuenta de que sabía mucho; era un devorador de libros. Él
creía que los libros, la música y viajar eran la mejor manera de
conocer más de la realidad social". |
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La política del continente fue uno
de sus principales intereses. En alguna ocasión –recuerda Álvaro– su
hijo le había hecho comprender que Michelle Bachelet no era la mejor
candidata a la presidencia de Chile, como ellos pensaban: "No te
creas, ella no es confiable, me dijo. Y el tiempo le dio la razón,
después de conocer la represión a estudiantes fue mucha nuestra
decepción". |
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Álvaro González, que además de ser
profesor universitario es historiador, comparte los textos que a la
fecha ha reunido en su investigación personal. Su archivo documental
es amplio. En él descubre "los tempranos vínculos de Uribe y el
actual embajador en México (Camilo Osorio Isaza) con el narcotráfico
y el paramilitarismo colombiano". |
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Los muchachos eran estudiosos y
conocedores de su entorno social. Rita se apresura a dar lectura a
algunos de los párrafos de la biografía no autorizada del mandatario
colombiano, a quien señala como "el asesino". |
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En los últimos meses, Juan se había
manifestado lo mismo contra el Plan México que contra el
representante colombiano y embajador en México, Camilo Osorio Isaza. |
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–¿Juan padeció alguna consecuencia
por su actividad y pensamiento crítico? –Como a sus compañeros,
ahora se le pretende inculpar y criminalizar. Por eso el gobierno
favorece la política que se instrumenta en el país: la persecución
de luchadores sociales. –Como profesor ¿qué ambiente nota en las
aulas, cuál es el sentir de los universitarios? –En la Facultad de
Filosofía y Letras hay cierto temor porque se sabe que hay agentes
colombianos operando bajo órdenes del embajador colombiano. Eso es
grave. La familia también considera "inaudito" que a los jóvenes
universitarios se les intente coartar su opinión y su ejercicio
profesional, o "peor aún, se les pretenda amedrentar. Resulta un
ataque a las universidades públicas. Yo creo que los muchachos
también lo percibieron, pero aún es una amenaza velada y cobarde",
apunta Álvaro, padre de Juan González del Castillo.
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