Tulancingo cultural tras los tules... Tulancingo, Hidalgo, México |
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29.Jun.17 |
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, Ernestina Ramírez Escobar
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Ajolote: un símbolo que pelea por sobrevivir Se encuentra amenazado por la presencia de especies invasoras en su hábitat natural, la urbanización y la contaminación del agua. Mongabay Latam
Cuenta la leyenda que el dios Xólotl, hermano de Quetzalcóatl, no quería morir. Para evitar ser sacrificado, Xólotl se escondió, primero transformado en maíz y luego en la forma de maguey, pero al ser descubierto se refugió en el agua, donde tomó el aspecto del axolotl en náhuatl o ajolote en castellano. El ajolote era bien conocido por xochimilcas, primeros habitantes de Xochimilco, una zona lacustre en el valle donde actualmente se asienta la Ciudad de México. Este conocimiento se heredó de generación en generación hasta llegar a Dionisio Eslava Sandoval, originario del lugar y dedicado a la conservación de este particular anfibio. “Cuando Quetzalcóatl encontró a Xólotl recapacitó y le dijo: como te negaste a morir sacrificado para dar vida a otro elemento, toda tu vida permanecerás aquí, pero el día que tu elemento, el agua, ya no sirva, desaparecerás de la faz de la Tierra junto a la raza humana”, cuenta a Mongabay Latam Dionisio Eslava Sandoval, presidente de la organización Umbral Axochiatl, un proyecto comunitario fundado en el año 2000 con el objetivo de preservar la cultura y el medio ambiente del Xochimilco. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), en su Lista Roja de especies amenazadas, cataloga al ajolote (Ambystoma mexicanum) En Peligro Crítico de Extinción debido a que su área de ocupación es menor de 10 kilómetros cuadrados, su distribución está severamente fragmentada y hay una disminución continua en la extensión y calidad de su hábitat, además del decrecimiento en el número de individuos maduros. El ajolote es un anfibio endémico del Valle de México que actualmente solo vive en algunos rincones de una red de canales del lago de Xochimilco que ocupan una superficie total de 180 kilómetros cuadrados. “En 1998 la doctora Virginia Graue calculó la presencia de 6000 ajolotes por kilómetro cuadrado. Yo hice un análisis en 2004 y encontré que había 1000. Para 2008 repetí el estudio y ya solo había 100 y en 2013 solo contabilizamos 36 por kilómetro cuadrado, lo que quiere decir que su población va bajando más o menos como nosotros habíamos predicho”, dice a Mongabay Latam Luis Zambrano, fundador del Laboratorio de Restauración Ecológica del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es como encontrar una aguja en un pajar. “No se puede conocer el número exacto de ejemplares que quedan porque es muy difícil de contar, aunque hay evidencia de que cada año disminuye su población. En este momento la especie no tiene la vitalidad ni el número para considerarla fuera de peligro”, explica a Mongabay Latam Esther Quintero, Subcoordinadora de Especies Prioritarias de la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad (CONABIO) de México. El pronóstico del Dr. Zambrano es devastador: para 2020 o 2025 no habrá ajolotes si no se actúa para salvarlos.
Especies invasoras, amenaza constante Zambrano, quien comenzó a trabajar con los ajolotes hace 18 años, ha realizado análisis de viabilidad poblacional de esta especie y descubrió que el crecimiento o decrecimiento de la población de ajolotes depende en gran medida de qué tanto se mueren o sobreviven los ejemplares más jóvenes, “que son el eslabón más sensible de la población, contrario a lo que pasa con las tortugas marinas, donde los adultos son los más vulnerables”. Un experimento en laboratorio para conocer la interacción del ajolote con las carpas (Cyprinus carpio) y las tilapias (Oreochromis niloticus) presentes en Xochimilco, mostró que las primeras se comen sus huevos y las segundas a los alevines, que son las crías recién nacidas. Las carpas y las tilapias fueron introducidas por autoridades gubernamentales en los años 70 con la intención de generar proyectos acuícolas, sin embargo, estas han invadido de forma masiva los canales de agua donde habitan los ajolotes, convirtiéndose en una de las peores amenazas para la supervivencia del Ambystoma mexicanum. “El ajolote está en peligro de extinción por ese proyecto que no midió el alcance que podría tener al liberar tilapias y carpas, que no tienen depredadores naturales, esto ha llevado a un deterioro de toda la zona chinampera”, lamenta Eslava Sandoval. La chinampa es un método de cultivo prehispánico que consiste en sembrar dentro pequeñas islas de tierra dentro del lago.
La presión de la gran ciudad La UICN advierte que entre los factores de amenaza contra el ajolote está el crecimiento de la actividad turística mal regulada, lo que aumenta la contaminación en la zona. Xochimilco es conocido internacionalmente por sus paseos en las trajineras, unas embarcaciones decoradas con motivos mexicanos, donde se puede pasear por la zona mientras se come y bebe escuchando mariachi. Los investigadores han realizado estudios de nicho potencial, un análisis matemático con imágenes satelitales para determinar el hábitat de una especie, y encontraron que no en los 180 kilómetros cuadrados de canales en Xochimilco puede habitar el ajolote, solo en algunos pequeños espacios dispersos en el área puede sobrevivir, lo que ha provocado que existan poblaciones aisladas. Los ajolotes no pueden sobrevivir en todos los lugares debido a las variaciones de la calidad del agua. “Los ajolotes son muy sensibles a la contaminación del agua; de hecho son indicadores de la calidad del agua. Necesitan condiciones específicas para desarrollarse, como bancos de lodo para depositar sus huevecillos y un temperatura adecuada, entre otras cosas”, afirma Quintero. “Hay sitios donde puede haber calidad de agua relativamente buena, pero cuando tienes casas alrededor, los animales se estresan y mueren; prefieren los sitios tranquilos donde solo se escucha el viento y no donde se cantan canciones a todo volumen; entonces la urbanización, aun cuando puede no afectar la calidad del agua, sí afecta a los ajolotes”, apunta Zambrano. Xochimilco fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura UNESCO en 1987. “Es nuestro único patrimonio que tenemos para heredar a los hijos, pero de una mejor manera. Ahí nacimos, ahí crecimos y vivimos, somos los indígenas quienes hemos preservado el ecosistema”, dice con orgullo Eslava Sandoval. Este chinampero, agricultor de la parcela de cultivo tradicional prehispánico, compara a Ciudad de México con un gran monstruo que cada día crece más, que necesita más agua, oxígeno, alimentos frescos y toda serie de servicios de los que Xochimilco, si se le diera la prioridad que merece, podría ser el gran proveedor a futuro, como lo fue en el pasado prehispánico. Dionisio Eslava recuerda con nostalgia que hace apenas unos años, en los 90, llegaba a pescar más de 30 ajolotes de buena talla, y que ahora es casi imposible encontrar alguno. Incluso menciona que en los últimos 14 años solo ha pescado un organismo que murió al poco tiempo. En aquellos tiempos dejaban ir a los ejemplares más jóvenes para que siguieran creciendo, como les enseñaron sus antepasados. Incluso el ajolote era un platillo típico que se servía en la zona.
La contingencia del agua La Ciudad de México está situada en un valle donde existían cinco grandes lagos conectados entre sí. Esto desapareció con la llegada de los conquistadores españoles, quienes secaron los lagos para evitar inundaciones y ganar terrenos. Las culturas precolombinas tenían una visión de contención en épocas de lluvias, colocaban bordos o contenedores que evitaban las inundaciones, en pocas palabras, crearon un sistema de canales acuáticos que eran el hogar perfecto para el ajolote. “En la Ciudad de México tenemos un problema de inundaciones en época de lluvia y de sequías en tiempo de estío, cuando no deberíamos tener esas complicaciones que han sido causadas por el pésimo manejo de la cuenca”, comenta Zambrano, quien publicó un artículo científico comparando el manejo de agua de las ciudades de Sao Paulo, Buenos Aires y México. El tamaño de la Ciudad de México se triplicó entre 1950 y 1975. Este ritmo tan acelerado de crecimiento generó una gran presión al suministro de agua en la ciudad. A partir de esos años, Xochimilco dejó de recibir agua directamente de manantiales o ríos. “Xochimilco se surte de la planta de tratamiento del Cerro de la Estrella, por lo que su manejo es completamente artificial”, indica Zambrano. Por lo anterior, el agua se volvió alcalina, salada y contaminada, además de que su calidad varía considerablemente a lo largo del año, causando flujos en nutrientes, aparición de algas y modificaciones en la cadena alimentaria.
Restauración de su hábitat Xochimilco, alguna vez un gran lago, es ahora un laberinto, una red de canales de agua. Esta característica física y las circunstancias socioeconómicas de la zona complican los proyectos de restauración del hábitat, algo que hace este caso distinto a cualquier otro donde se han llevado a cabo restauraciones de gran envergadura. La burocracia es otro laberinto en Xochimilco. El cambio de las administraciones de gobierno cada tres o seis años es un obstáculo para plantear proyectos de conservación de largo alcance. “Las autoridades siempre están interesadas en hacer infraestructura y lo que nosotros queremos hacer es infraestructura social”, señala Zambrano, quien asegura que el trabajo con los campesinos locales es imprescindible para convencerlos de conservar el ecosistema. La restauración del hábitat es posible, pero es un proceso lento. El académico asegura que están trabajando en un proyecto con los Chinamperos, que son los agricultores locales, para que ellos sean los encargados de la conservación del ajolote, incluso para generar un beneficio económico. El 70 % de chinampas que están abandonadas se pueden recuperar. El proyecto busca que estos agricultores locales regresen a trabajar en estas parcelas de forma agroecológica para que canales que rodean estas tierras se conviertan en refugios para Ajolotes. “Hemos colaborado con el Dr. Zambrano durante dos años, entre 2008 y 2009, a través de un convenio de buena voluntad, en la creación de los primeros encierros donde aportamos más de 200 organismos de nuestra estación biológica”, recuerda Eslava Sandoval quien coincide que la chinampa debe verse como un negocio rentable para que otros campesinos vuelvan a la agroecología, es decir, cultivar sin fertilizantes artificiales ni pesticidas. Para ambos, tanto el académico como el agricultor, la preservación de Xochimilco traería beneficios ambientales como el abastecimiento de agua, el mejoramiento de la tierra, la reforestación, la generación de empleos y la estabilidad social. Zambrano, quien también es secretario ejecutivo de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel de la (UNAM), menciona que pretenden realizar otro monitoreo de ajolotes en 2018 si consiguen el financiamiento necesario para realizarlo. El investigador explica que la colecta de ajolotes en su medio natural para el monitoreo científico se realiza con el apoyo de los pescadores locales. “Cuando hay tan pocos es muy difícil recolectarlos de forma tradicional colocando redes agalleras o trampas, porque no cae ninguno, entonces lo que hicimos fue trabajar con los también pocos ‘ajoloteros’, quienes conocen cuándo los ajolotes salen a respirar o ‘boquear’ como dicen coloquialmente, arrojan las atarrayas, una forma de red circular, y así se van capturando sin lastimarlos”, detalla Zambrano, quien incluso ha trabajado en un proyecto para implantar transmisores de radio en algunos ejemplares.
Hábitat natural El manejo ambiental de Xochimilco por parte de sus primeros pobladores tiene más de mil años, lo que ha generado una huella que todavía no se ha borrado. “La conservación del hábitat no incluye sacar al ser humano del lugar, sino que este realice un mejor manejo del hábitat para producir altas cantidades de comida, pero al mismo tiempo mantener la alta biodiversidad que tiene esta zona”, advierte Zambrano, quien considera que la solución para la conservación del ajolote es volver a la agroecología que se practicaba en la zona 60 años atrás. ¿Se podría erradicar a las carpas y las tilapias de los canales de Xochimilco? “No, pero sí podemos seccionar los canales, nosotros lo llamamos refugios, donde ponemos barreras que evitan que entren estas especies pero sí permiten que entre una mejor calidad de agua”, detalla Zambrano. Esta estrategia permitirá restaurar el hábitat y lograr la sobrevivencia del ajolote, así como otras especies nativas como la rana negra (Rana montezumae), el acocil (Cambarellus montezumae) o el charal (Chirostoma jordani), además que el chinampero pueda cosechar mejores alimentos. La organización que lidera Dionisio Eslava Sandoval ha construido tres refugios donde no entran las carpas ni las tilapias y en los que están reproduciendo ajolotes con la intención de liberarlos en los canales. La distribución conocida del Ambystoma mexicanum es tan pequeña que aparece como un punto diminuto en el extenso territorio nacional. Xochimilco es el único lugar del mundo donde se encuentra esta especie en su estado natural.
La regeneración del ajolote Es difícil saber si los antiguos habitantes del Valle de México conocían de la capacidad de regeneración del ajolote. Dionisio Eslava explica que Xólotl era el dios de la dualidad, quien tenía el poder de las transformaciones. Sin embargo el ajolote, contrario a otras especies de anfibios no sufre ninguna metamorfosis, y permanece en estado larvario durante toda su vida, incluso cuando madura sexualmente, una característica conocida como neotenia. El ajolote tiene la capacidad de regenerar sus extremidades, la cola, la mandíbula, la piel, sus órganos e incluso partes de su cerebro. De acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad (CONABIO), esta condición regenerativa hace del ajolote una de las especies de anfibios más estudiadas en el mundo, a nivel fisiológico, genético y como modelo en el estudio de la biología del desarrollo. “Si se le mutila una patita el animal la vuelve a recuperar, así como los huesos, los tendones, cartílago, las agallas, ojos y hasta músculos que quedan totalmente intactos, incluso si se le extrae un pedacito del corazón lo vuelve a recuperar”, menciona Eslava Sandoval. El ajolote podría ser sin duda el animal más emblemático de México. Tiene tantas bondades que no se le ha dado el reconocimiento que debería. “Es una de las especies más importantes para las culturas precolombinas, al considerarlo el hermano de Quetzalcóatl, el dios dominante en Mesoamérica. Se le dio la espalda desde los años 50 para acá. Es importante por todas las características biológicas que posee, pero también culturales como su relación directa con la gastronomía y la medicina tradicional”, dice orgulloso Zambrano. “El ajolote está a nivel del maíz, en términos con nuestra relación como mexicanos con la naturaleza, ha sido una pieza fundamental que debemos rescatar y no dejar que la mancha urbana acabe con él, estamos a tiempo”, concluye el académico. A pesar de los peligros inminentes que enfrenta el ajolote, todo parece que es fiel a su leyenda de mítico dios y se resiste a morir.
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