Perdonar es un alivio, sí, pero podría no serlo. En
La terapia del perdón,
hablaba sobre el poder del perdón, cómo la Naturaleza misma nos regaló
sustancias y neurotransmisores que hacen posible nuestra sobrevivencia.
En el ensayo Del Abuso expongo algunas de las sustancias y
neurotransmisores con sus respectivos efectos mostrando que la
Naturaleza nos da la cura si logramos estimularlos con ejercicio y
diferentes terapias y dietas, sin embargo, la terapia de energía
cuántica o terapia a nivel theta acerca de una manera más sencilla y
rápida a esos estímulos, pero también con el perdón, sea en nivel theta
o con conciencia y un deseo verdadero de perdón.
Sin
embargo, en el plano social, ha surgido el cuestionamiento ante el
horror que se ha regado con tantas imágenes de violencia, corrupción,
mentira, cinismo, brutal enriquecimiento de unos cuantos y el bestial
empobrecimiento de muchos otros, en ciudadanos que sólo desean vivir en
armonía, sin delincuencia, con empleo, sin inflación que medre en su
bolsillo, con acceso a los recursos que den la satisfacción elemental
sus necesidades, como mínimo, sin tener que sumarse a marchas que exigen
arreglos a las injusticias que han azotado al país, sin las malas
noticias sobre el calentamiento global o la discriminación a las
minorías que agravan lo anterior. ¿Perdonar?
Creo que debemos diferenciar los planos del perdón: uno es el personal,
es el interior, el íntimo, confidencial, que arroja un efecto
psicológico y otro es el social, el que se habla, es entre dos
individuos, o grupos o individuo y grupo, en un sentido u otro
–solicitándolo u otorgándolo– es “bilateral” y tiene un efecto social,
repercusiones en la vida social de ambos sujetos o entidades e incluso
hacia otros.
El
perdón es una fuerza, una energía que, en el terreno de lo social, puede
ser contraproducente, puede ser mal empleado y revertirse su virtud. Sin
mala intención hay quienes se envanecen porque se les pidió perdón y no
conscientemente sino porque simplemente no saben recibir una frase tal
debido a sus propios complejos o por conceptos erróneos sobre cómo debe
ser el comportamiento humano, por defectos de la educación. Y abundan
los casos en que aquel a quien se le pide perdón lo usa para someter,
incluso de gente que busca con toda alevosía que se le pida perdón
precisamente con ese fin: el de subyugar. Porque, sí, se le han dado
falsas connotaciones a la humildad y al perdón a través de la historia y
muy seguramente ha sido lucubración de aquellos que han usado el perdón
para vejar o quienes niegan la humildad para no verse obligados a reducir sus bienes o
su estatus.
Esto es que, por desgracia, han creído, unos por ignorancia, otros por
abuso, que se les autoriza a reincidir al ser perdonados,
creencia que muchas veces puede ser inconsciente. En
Dar permiso de abusar,
mencionaba que quedarse callado ante la injusticia es dar permiso de
abusar, es autorizar al abusivo a seguir abusando, lo que hace necesario
manifestarse siempre ante los actos injustos, no dejarlos pasar porque
representa una condena para la persona objeto de abuso, porque el
abusador lo interpreta así, como un permiso y lo peor es que su apego al
abuso se recrudece, el grado de abuso se exacerba y crece porque su
confianza es mayor, porque se siente más libre. Como el que cacheteó a
su mujer una vez, a la siguiente ya no es con la palma de las manos que
la agrede sino con el puño.[i]
Esto es lo que ha venido sucediendo en nuestro país, mientras más se les
ha permitido abusar, más han abusado al grado de llegar a una situación
de crisis como nunca antes se tuvo y es a lo que me he referido cuando
he cuestionado qué hemos hecho que se alcanzó este punto, cómo fue que
se permitió que llegaran a este punto, un punto que está afectando ya a
todos los sectores, que ya no es sólo el desempleo ni la inflación ni la
pobreza la crisis de la que hablábamos hace veinticinco años. No. Y no
quiero ser reiterativa, no quiero repetir lo sabido por todos, pero son
miles de muertos, miles de desaparecidos, cientos de fosas clandestinas,
pueblos deshechos, abandonados, todo lo cual está afectando a nuestros
jóvenes. Pregunto lo mismo que la mayoría: cómo lo están viendo ellos, qué
conceptos se están formando con toda esta perspectiva, pues se han dado
casos como el del joven que recientemente mató a su padre y a la pareja
de éste. ¿Qué podemos hacer para detener esos nuevos conceptos que se
están gestando en adolescentes y niños? ¿Cabe el perdón, la humildad en
estos parámetros? ¿cómo?
Esto lleva a replantear el perdón en sus diferentes planos.
En
lo que a la salud se refiere, el perdón sería un acto de reflexión
profunda, de "contrición" con uno mismo (no en el sentido que le da la
religión, sino de uno mismo con uno mismo), sin testigos, solicitándolo
y otorgándolo, como si los sujetos del perdón estuvieran presentes, pero
no necesariamente deben estarlo, porque, al final, este acto es para uno
mismo y si bien existe la posibilidad de que el acto sane a ambos, es
preferible no arriesgarse a sufrir las reacciones mencionadas,
reacciones que indican que en realidad hay un daño, alguien que se
envanece evidencia que no goza de la mejor salud mental, en cuyo caso,
pedirle perdón no sólo la empeora, además de dañar al solicitante mismo
también representa un perjuicio para los demás.
Lo
que vale de este perdón en términos de salud, el psicológico, es que sea
honesto, real, que nazca de un profundo deseo personal, íntimo. No se
pueden desechar, sin embargo, los casos en que dar o pedir perdón a otro
en persona represente a éste un alivio, una sanación, una “iluminación”
quizá, pero esto es ya a criterio particular, depende de quién sea esa
persona, del motivo y del momento. Y este perdón, personal y
confidencial, se hace necesario con el solo y único objetivo de sanar el
horror que se ha esparcido, para sanar el alma de la amargura que ese
horror, per se, siembra. Pero no en términos de lo social.
Por
ejemplo, se da el perdón a un presidiario cuando ha demostrado su
arrepentimiento y resarcido de algún modo el crimen cometido, pues es
necesario que demuestre para, al menos, tener una prueba de que no lo
volverá a cometer, aunque la prueba es relativa ya que abundan los casos
de reincidencia. En el ámbito social, es imprescindible
que el perdón venga acompañado de la demostración tangible, visible de
arrepentimiento con el resarcimiento en cierta medida de la falta o
crimen cometido. De otro modo, es retroalimentar la delincuencia, el mal
comportamiento, la violencia, la corrupción. Es decir que no basta pedir
perdón, no basta otorgar perdón.
Ya
entrados en el tema, otro plano del perdón sería el espiritual separando
el término de lo psicológico, es decir, el plano al que aluden brujerías
y “trabajos de oscuridad” –aquí propongo diferenciar sentimientos y
actitudes humanas del aspecto meramente relacionado con el inconsciente
y la propia energía (a lo que quizá podría llamársele “pulsión”),
utilizando para esto el término “espiritual”, en vista de que la
psicología es el estudio de la psique que significa “alma, espíritu”–.
En este plano, el perdón cumple la función de disolver, por llamarlo
así, el “trabajo” en cuestión cuando éste se realiza basado en el odio
como energía “de combustión”, como energía que mantiene “encendido”
dicho trabajo, que hace que funcione, y este perdón debe, por lógica,
tener, al menos, la misma fuerza que la del odio empleado para que se
cumpla su función, es decir que debe ser honesto, un perdón realmente
sentido, un perdón verdadero.
De
todo lo anterior deviene mi disentimiento de la frase “ni perdón ni
olvido” pues ¿a qué plano se refieren? o más bien ¿en qué plano afectan
estar repitiéndolo? porque lo que tanto se repite, nos dice la
psicología, repercute, en el mediano y largo plazo, en el inconsciente.
Si alguien nos traicionó, cabe el perdón íntimo, el psicológico, por la
propia salud, y más vale alejarse de los traicioneros porque la traición
indica con toda claridad qué tipo de persona es, de ahí que no se deba
olvidar pero tampoco, por salud mental, retroalimentar el sentimiento
que esa traición produjo. Pero no se admitiría el perdón social a menos
que la persona demuestre cabalmente su arrepentimiento –socialmente– y
de algún modo resarza la falta cometida, y con las debidas reservas pues
igualmente sabemos que es muy difícil lograr la erradicación de ciertas
actitudes, también más vale alejarse de la persona y no olvidar para
evitar que vuelva a suceder. La venganza no es la solución, la venganza
es sólo un paliativo que retroalimenta los sentimientos negativos que
dañan a la salud pues hace caer en esa repetición mencionada antes. La
justicia sí lo es, dejar en manos de la sociedad la aplicación de la
ley, pero una justicia realmente justa, no la “justeza” de que ha echado
manos la corrupción, y si no existen las leyes necesarias para hacer
justicia, entonces, buscarlas poniendo en la mira el bien común y diluir
así los sentimientos negativos que dejó el daño sufrido, las campañas
son terapéuticas.
Creo, sí, para estos fines, tanto para el sujeto como para el objeto del
perdón en general, en las terapias psicológicas y en la eficacia de la
terapia del perdón si éstas son altamente motivadas, y en este momento,
la situación de esta tierra es una alta motivación, con la
convicción clara y contundente de rechazo de la violencia, la
corrupción, la impunidad y de todas esas imágenes terroríficas y las
escenas dolorosísimas, para sanar el alma y el inconsciente y continuar
en la resistencia pacífica, con firmeza y el mejor talante.
[i]
Fragmentos adaptados de Del Abuso, ensayo, mcco2003.