17.Mar.24
Cristina de la Concha
Ni
Dumbledore ni Gandalf… Julio Torri-C. 2ª
versión
Sí. No podría conocer ni a Gandalf
ni a Dumbledore
pero sí conocí a Julio Torri-C. que fue para mí como ellos para Frodo y
Harry.
Fue “El Maestro”. Y él dijo aquello tan penoso.
Como Gandalf, quien un día
apareció en Bolsón Cerrado, en la tierra de los hobbits, así apareció Julio
en Tulancingo y allí decidió radicar, no era claro por qué pero corrí –y
muchos más– con la fabulosa suerte de encontrarlo y tener mi Dumbledore o mi
Gandalf con su báculo, largas barbas blancas y singular atuendo.
Vivía con
humildad y sencillez, célibe desde largo tiempo antes de ordenarse
sacerdote.
Él, como Dumbledore que dirigió su propia muerte, se sacrificó, tomó
actitudes y decisiones incomprensibles para nosotros pero que con el tiempo
las entendí como sacrificios por ciertos fines, por salvar o salvaguardar
cosas que para él eran de suma importancia.
Tenía un
formidable sentido del humor, uno que podría hacer sobrellevar cualquier
escollo, era ocurrente e histriónico.
Era
escritor y artista plástico.
Nos hablaba de historia, psicología, de arte,
brujería, leyendas,
filosofía, religión y, al igual que Gandalf y Dumbledore a sus aprendices,
nos daba consejos para nuestras lecturas como leer todo de un libro y no
omitir las notas al pie de página, y nos dejaba mensajes crípticos.
Una tarde
en que tomábamos café en la mesa usual del lugar de siempre, él, con
gravedad y las manos cruzadas sobre la empuñadura de su bastón en que
escondía un estilete,
lo dijo. “El efecto psicológico…” Yo, con una risa nerviosa queriendo pensar
que era una broma, insistí en mi pregunta. “¿Qué? Nooooo ¿cómo? …” “…
Público, lo que es del pueblo, el público es el pueblo”, respondió.
El cabo de
una hebra que, muchos años después, fui extrayendo,
uno de tantos que me dio.
En particular de literatura y pintura. Alguna vez lo vi escribiendo
un texto que nunca tuve en mis manos ya terminado, en el cual más de
la mitad de cada página eran notas al pie.
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