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18 de enero, 2020
Cristina de la Concha
En las
trampas de la buena fe
El ensayo Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe de Octavio
Paz me lleva a los motivos de los militantes de los partidos: ni Sor Juana
tenía vocación en la religión católica y de los militantes, unos tampoco
tienen vocación política ni de servicio al pueblo mientras que los que sí la
tienen se entrampan en los procedimientos, protocolos y teje-manejes
partidistas. Mientras que a Sor Juana que buscaba saciar su sed intelectual
en el convento, su fe la entrampa y termina su vida en silencio y sin
libros, cuando a aquellos que buscan realmente el interés común en un
trabajo partidista para lograr buenos candidatos por el bien de la
población, objetivo de los partidos, su fe los entrampa y termina
imponiéndoles silencio y la ausencia de buenos candidatos. Y así como Sor
Juana ocultaba su verdadero propósito en la vida conventual, un gran número
de militantes encubren el suyo, si bien no por un motivo tan loable como el
de ella sino uno de rapiña y latrocinio, el de ella, por el conocimiento.
Por una parte, encontramos que se hace necesario que los candidatos a
contender en elecciones políticas que reciben dinero del partido en cuestión
del subsidio aportado por el gobierno a este rubro para los correspondientes
gastos, tengan cierta estabilidad económica para aventurarse a un periodo de
duda del fin que tendrá, pues es un periodo dedicado a un proyecto que los
extraerá de sus actividades comunes y que les robará, asimismo, tiempo y
esfuerzo para retomarlas en caso de no ganar y de no conseguir otro empleo o
negocio en este periodo.
La postulación como candidato a un cargo implica trámites y mucho tiempo y
trabajo para la precampaña, no solo para la campaña, trabajo en el diseño,
organización, los discursos, la agenda, la logística, reuniones del partido
y un sinfín de florituras, todo esto dentro de un paquete que incluye gastos
previos extras. Los preparativos de campaña exigen una situación económica
al menos estable; un postulante por muy bueno que sea, por muy buena
voluntad que tenga y las más encomiables intenciones, por muy elevada su
ética, no puede serlo si no cuenta con esa solvencia económica que sostenga
su trabajo y su esfuerzo electorales.
Indudablemente existen muy buenos militantes y no
militantes que desempeñen una labor honorable, con honestidad, para la
población, pero lamentablemente, el factor financiero juega un papel
preponderante en esos meses previos a las elecciones. De aquí que estas
candidaturas comenzaran, décadas ha, a verse como “negocio”, de aquí que
inventaran esas “negociaciones” que han provocado tanto daño social: los
adinerados descubrieron que podían dar dinero a cambio de permisos,
licitaciones, nombramientos como proveedores oficiales, emprendimientos que
los enriquecieran, y los abusivos a los que no les importa la población ni
la niñez ni la ecología ni la pobreza ni el crecimiento del país lo vieron
como el “negocio” perfecto para adquirir fortuna, un negocio fácil, ¡la
oportunidad de sus vidas! que solo había que plagiar los discursos y las
ideas de otros, aprendérselos de memoria, peccata minuta, ah, fingir
tonos, ademanes, gesticulaciones –aunque también hay quienes ni campaña
hacen, se guardan el dinero recibido para este propósito y “hacen como que
hacen”, incluso “negociar” desde la posición en la que están, como
candidatos sin trabajar–. Esto es que “capitalizaron” a los partidos y lo
que de ellos emana, y con el discurso de la oferta y la demanda los
corredores van asesorando y realizando las inversiones o transacciones del
“mercado”, entre oferentes y demandantes, a ver quién da más y mejor sobre
los valores en cuestión: votos, cargos públicos o empresariales, permisos,
gastos de campaña y e-te-ce, “se cotizan” así en el “mercado de las
elecciones” que no es precisamente el Marketing Político que alude a las
estrategias políticas de los partidos frente a la población y entre ellos
mismos, sino al mercadeo –como de marchantitas– dentro de los mismos
partidos y también del interior de un partido hacia el interior de otro
partido y, por supuesto, a espaldas de la población. La codicia no anda en
burro. De aquí que
en febrero pasado fueran
106 las organizaciones que buscaran constituirse en partidos políticos,
según informara
el Instituto
Nacional Electoral (INE).
De aquí que se den unas rebatingas tremendas en
asambleas y reuniones de los partidos y se desgreñen por un hueso,… aunque
sea solo la astilla de un hueso. De aquí que no les importen las erogaciones
de precampaña, son una inversión, las recuperarán en campaña.
De hecho, en las campañas políticas, participa un buen número que sabe que
no va a ganar (de hecho, las 20 organizaciones aprobadas por el INE semanas
después, saben que no van a ganar) y sin embargo lo hace porque en ellas va
a generar otros proyectos por esa peculiar característica capitalista que le
otorga la campaña de “cotizarse”, si lo desea, para ser parte de un mejor
emprendimiento del que tenía antes de dicha campaña, y, lo peor de esto,
entra en negociaciones turbias.
Negociaciones que, en este mercado, siempre son turbias porque los objetos
de negociación son el pueblo y los bienes del pueblo, como si ellos fueran
los dueños de esos objetos por los cuales toman decisiones sin importar su
bienestar sino el provecho personal de estos “corredores” políticos.
Por lo tanto, una persona honorable que no tiene los medios económicos para
dejar de lado su trabajo y dedicarse a la labor electoral, en realidad está
imposibilitada para hacerlo. Aun cuando el candidato reciba recursos del
instituto electoral, ellos son para la campaña y los recibirá tiempo después
de haber iniciado trámites y actividades preelectorales. Nos topamos aquí
con una de las trampas de la fe. Definitivamente sí existen buenos
candidatos honorables que cuentan con esa plataforma económica pero escasos
son los que le dan a sus vidas el rumbo de la política. Por desgracia
también, abundan los que tienen esa plataforma pero que carecen por completo
de la honorabilidad requerida, demasiados los que sí están interesados en la
política y en dejar sus trabajos por ella pero que no son nada recomendables
(de éstos que han sido candidatos, se ha dicho que, “como tienen dinero, no
van a robar” y agrios han sido los desengaños, tan agrios que este argumento
en campaña ha perdido validez por completo –y por fortuna– en este país),
mientras que para aquellos honrados significa entramparse en una serie de
requisitos económicos, burocráticos y de tiempos que no pueden afrontar, que
ni su fe ni la de ciudadanos y militantes de comprobada rectitud pueden
rebasar. Esto, sin mencionar las trampas que de muy mala fe la deshonrosa
competencia les planta en el camino.
cristinadelaconcha@hotmail.com
https://www.facebook.com/cristina.delaconchaortiz
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