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La "terapia" del perdón
La
solidaridad
Mitos
y leyendas
El karma: la proyección
de lo que hacemos
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Cristina de la Concha
Fue más o menos así, acuérdense
Acuérdense… de Pueblo Quieto, de cuando comenzaron a llamarlo así… de la voz
“vámonos vámonos” que vibraba de persona en persona, en sus mentes, en
susurros, de comerciante en comerciante, al dar la hora, al bajar la
cortinas de sus locales, y poner los candados, al echar la bendición, al
persignarse, quién sabe quién sería el próximo, en los pasos presurosos por
las banquetas a sus casas, a sus autos. Acuérdense, era como un toque de
queda, silencioso, clandestino, sin decir, sin explicar. La gente con
rapidez, en silencio caminaba a sus domicilios, nadie lo nombraba pero todos
lo sabían, en silencio se lo comunicaban, “guárdense, guarézcanse porque
esta vez quién sabe a quién le toque” y, entonces, ese silencio se apoderaba
de las calles y, en algunas, la oscuridad, como cuevas de lobos
impenetrables. Decían que sacaban al león con cierto humor socarrón por
aplacar el otro humor, el que se escurría por las vísceras también en
silencio, escondido porque nadie sabía detrás de quién iría ese león. “No
no, a nosotros no nos van a hacer nada. No.” Se repetían, aducían a sus
esposas, a sus maridos, a sus hijos. “Oh, no, no pienses en eso.” Respondían
otros. Maleantes que se hacían llamar alumnos de la escuela superior del
estado, pero para quienes corrieron esa suerte mala de encontrarse en medio
de sus tropelías no eran estudiantes, eran muy viejos para ser estudiantes.
Y se desbocaban por esas calles para elegir alguna miscelánea que saquear y
abastecerse para la larga noche de atropellos, misceláneas de bajos
ingresos, tiendas de abarrotes, centros sociales como discotheques que
desaparecían al cabo por insostenibles ante esos pillos, hoteles,
restaurantes. No había ley que pudiera contra ellos, no la hubo, y la gente,
callada, incluso sus fiestas suspendió por temor a los pendencieros. Un día
se metieron a un conocido lugar ya varias veces visitado antes y destruido
por ellos, un testigo presencial platicó que levantaban los alterones de
platos de la cocina y los lanzaban al suelo donde explotaban en trizas al
caer, rompían mesas y sillones. En una de esas visitas, unos amigos que
tomaban una copa pacíficamente charlando fueron sorprendidos por esta torva
de porros. Se defendieron pero uno fue a dar al hospital, se defendieron
como su instinto les permitió contra esos montoneros que los agarraron a
golpes por todos lados, en grupo a ellos tres. Pero se defendieron. Allí,
allí mismo, cayeron una noche de 1987. Yuri había cantado en el palenque y
allí mismo pernoctaría. Allí mismo llegó esa turba, vapulearon a su pareja,
lo ataron en una silla frente a la cama y frente a él cometieron su
depravada acción, cinco de ellos, cinco fueron mientras afuera, amagados los
empleados esperaban a que algo los rescatara, mientras allí mismo otros
cometían destrozos, pero mientras alguien había logrado escabullirse y
avisar a la policía. Llegó el edil en persona y se puso a conversar con
ellos, para “calmarlos”, según justificó después. Yuri sólo se fue, no
levantó acta en Pueblo Quieto, no tenía sentido pero, tarde, al día
siguiente en importante programa televisivo de variedades musicales
domingueras en cadena nacional denunció el acto. En Pueblo Quieto nada pasó, tal era su
quietud.
Acuérdense.
… de cuando, meses más tarde, la turba cayó en el prostíbulo con
el propósito claro y contundente de violar a las mujeres que ahí laboraban.
Después, la gente se calló la boca, cuando alguien lo aludía, otro le
respondía “no, ya, eso no lo digas, eso ya pasó, ya olvídalo”. Dicen que no
hubo prensa de eso pero claro que sucedió, nosotros lo supimos, lo supimos
todos, acuérdense. ¿Que nadie denunció en el ministerio público? pus ¿quién
les iba a creer?, ¿cómo les creerían si el concepto era que las meretrices
son para el sexo y de lo demás no se hablaba? si las violaban o golpeaban
era problema de ellas, culpa de ellas por andar en “la vida alegre”. Pero sí
ocurrió, acuérdense, nos enteramos todos, lo supimos, y nos dijeron que no
volviéramos a mencionarlo. Hubo más violaciones y abusos, lo sabemos, no nos
hagamos olvidadizos.
El
asunto es que el silencio de la víctima es acicate para seguir siendo
violada, humillada, sobajada, el asunto es que la violación se ha utilizado
como forma de sometimiento, que violaron a una figura pública y todo lo que
ella representa, que la palabra “público” se refiere al pueblo, a la gente,
que violaron a unas sexoservidoras y todo lo que ellas representan, el
término sexoservidora no existía y tardaría todavía décadas en acuñarse, se
les llamaba prostitutas, rameras, mujerzuelas o meretrices, entre otros,
pero también “mujeres públicas”, con lo que el hecho deja un
acre sabor de boca.
cristinadelaconcha@hotmail.com
https://www.facebook.com/cristina.delaconchaortiz
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