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29 de marzo, 2018

   
 

Qué tan buenos son los buenos

 

 

 

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30 de marzo, 2018

Cristina de la Concha

 

Ausentes en el campo de juego

Qué tan buenos son los buenos II

 

 

 “Los buenos” tendrían que llegar a las asambleas para elegir a los candidatos como los ciudadanos tienen que llegar a las urnas a votar por los funcionarios, y, de la misma manera en que promovemos que la gente vote en las urnas, debemos promover y fomentar la participación política en los partidos para elegir a esos candidatos de entre los cuales se elegirán a los funcionarios, de otro modo, nos dan lo que ellos quieren. Una de las razones por las que la ciudadanía no quiere ir a las urnas es por la sarta de rufianes de entre los cuales hay que escoger al mejorcito o “menos peor” para votar por él, lo cual es, incluso, humillante en numerosas ocasiones. Esto es que afiliarse a los partidos políticos resulta tan importante como votar en las elecciones.

Pero sus pruritos se muestran infranqueables por todos esos derechos a los que somos acreedores, como que trabajan demasiado para encima dedicar esfuerzo a la militancia, que por eso estudiaron una carrera, que no les gusta la política, “que se ocupen aquellos a quienes sí les gusta”, que quieren pasar su tiempo libre en paz, con sus amistades, con la familia, socializando, disfrutando. Porque sí es verdad que los mexicanos trabajan mucho, trabajan demasiado, la mayoría más de ocho horas, 10 ó 12 horas diarias, lo que, por supuesto, aquellos otros han aprovechado para su beneficio, ¡se queda el campo libre para ellos! y mientras “los buenos” trabajan, “los malos” van en la corriente tomando ventaja.

Y ha predominado la creencia de que unas personas son para estar en la política y otras no, y que así debe estar repartida la ciudadanía, por consiguiente, no participan y los partidos se llenan de los rufianes, les hemos despejado las canchas y ellos juegan en ellas a sus anchas, a su antojo, y la política es asunto de todos los ciudadanos porque de ella dependen los impuestos, los servicios, nuestros empleos, nuestras vidas, y, por tanto, todos debemos intervenir.

A esto se suma lo desesperante e insufrible de esas asambleas, donde muchos hemos, luego de horas, terminado pensando ¿qué necesidad hay de estar soportando esto?... y eso es exactamente ¡lo que aquellos quieren!, ¡que se desesperen y se vayan!, los reglamentos, los papeleos, la burocracia y sus temibles discursos, la retórica, las trampas… entretener en un asunto, desviar los puntos de relieve, que no se resuelva, enganchar en temas irrelevantes, hacer perder el tiempo, “grillar”…  se eligen dos o una terna de precandidatos que posteriormente negociarán entre ellos, ¿quién da más?, se preguntarán como en subasta, como si se tratara de la propiedad de un bien mueble o inmueble a la venta cuando es el poder público lo que está en juego, ese poder que han usado para perjudicar a la población, a nosotros.

Tiene sentido participar y uno mayor luego de ver unas cloacas destapadas como "la estafa maestra", los desvíos millonarios hacia algunos partidos, las empresas fantasmas, proyectos fallidos o que las firmas de la indígena María de Jesús Patricio para ser candidata independiente no fueron compradas ni fraudulentas, vaya, ¡sí hay gente honrada!, –cuando se dijo que las de la única aspirante a la candidatura nacional independiente que fue aceptada por el INE fueron cientos de miles obtenidas con fraudes, y aquí podemos observar las jugarretas del destino, las paradojas, las trampas de “el sistema”, sí se pudo una cosa pero no se pudo la otra, las firmas honestas de la indígena Patricio no fueron suficientes en número para obtener la candidatura, todo preparado “a modo”, como receta de pay de limón–.

Los partidos eligen a sus candidatos y, entonces, la gente que, asombrada, pregunta ¿cómo, habiendo tantas personas capaces y honestas, pudieron elegir a esos tipos de candidatos?, tiene ahí su respuesta: los capaces y honorables no llegan a las asambleas porque “los malos” los ahuyentan con sus formas y sus métodos inventados a modo para cubrir a “el sistema”. Y para dorarles la píldora a los ciudadanos, ya que están en ese punto de frustración, “los malos” sueltan frases como al aire, que algún militante dice y otro repite, como la de que "ya todo está arreglado”, ¿cómo?, que ya todo estaba arreglado desde antes, que eso iba a suceder, frase como para “ajustar”, es una “aceitadita” para que se deslice en sus mentes la idea de que existe una “fuerza poderosa” que tiene todo decidido, que no es posible cambiarlo y que no hay remedio.

Parte de esa “fuerza poderosa” es lo que “los buenos” han obsequiado a “los malos”: la cancha, el campo despejado para su juego a su libre, malévolo y pervertido albedrío.

Tiene sentido afiliarse para cambiar esas recetas de pay de limón que han hecho esos mismos, los de “el sistema”, a su conveniencia para “entretener y que no estorben”. Tiene sentido afiliarse para detener el derramamiento de sangre, los despojos, las desapariciones, el neoliberalismo que daña a todos –ricos y pobres–, pero ir en bola, acudir masivamente, unidos protegerse, cumplir con sus requisitos, estudiar sus mecanismos amañados y revirar.

Es todos juntos y nosotros somos más.

 

 

 

cristinadelaconcha@hotmail.com

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@dela_concha

 

   
                 

 

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