Sabine Barrios
EN EL BLANCO
busca su nombre el
rincón sucio
dentro del ojo negro del
libro
que guarda una boca
flaca
y una piel herida bajo
la espalda oxidada
Saciada
una lágrima cae sobre la
hoja seca
Podrían otras creyendo
ser sombras
arrancarme la huella
pedazo a pedazo
hasta degollar la
conciencia
toda
debajo del árbol preso
en la mitad del otoño
solo
El titilar busca su
presa
en la gota partida sobre
el suelo mojado
Unas rodillas se mecen
a punto de encogerse
sobre el traje
del recuerdo que estalla
y cede
frente a la sucia
guarida
de un punto suspensivo
que guarda una hoja
flaca
y una piel herida bajo
cascadas
de memorias húmedas que
desaparecen
Un puñado de espinas
blancas
boga exhausto entre una
página doblada
cubierta por el polvo
del borrón
que cantó una vez
suplicando al verdugo
¡copiar el verso,
manchar la hoja de nuevo !
hasta que una pluma
despertara
para escribir desde el
rincón
un ojo negro en el libro
que sigue con la piel
herida
bajo su flaca sombra
Río
no te das cuenta que te espío
durante cada mañana,
cada segundo
y que los pescadores
que se adormecen a tus orillas
se desnudan para
esconderse de tus animales
y de tu instinto
Te escucho susurrar
cuando te levantas
y el escándalo queda
insoportable
cada vez que te llenas
el estómago
con árboles rotos y
basura incrustada de insultos
Y río, no te das cuenta
aunque sé
si hundiera mis pies en
tus brazos
serías capaz de jalar
hasta estrangularme en
la quietud
de tus profundidades
que sé bien
son las más frías, más
soy una desquiciada
y no me importa si en
un fiasco te robo los huesos y las pupilas
tornadas violetas
cuando oscurece
y ya te despiertas otra
vez
con un cruel y
silencioso bostezo y tú,
animador clandestino y
violento
nunca te das cuenta que
te miro y sé todo lo que haces
Casi loco te acuestas,
te cobijas con tu seda
te mueves, brillan tus
piernas y el pelvis ondula
dentro de un rastro de
fuego
y no me dejas
partir
no me dejas
dormir
tampoco parir mientras
estoy sentada
y sé de tus caimanes
que vienen
de tus delfines que
acechan enamorados
y de tus peces, de tus
fantasmas que saltan
desesperados en un
disfraz
que clono hasta que me
sea insoportable
Y tus presos construyen
calles
y se edifican las
condenas en medio de la selva
Pobre Bolívar, se han
hecho pedazos sus leyendas
sus antiguos
extravagantes mitos y tu cauce sube
baja
Se disipa tu tiempo se
dilatan tus poros
asesinan a un hombre a
disparos a cuadras de tu casa
te tiran botellas, yo
recojo tus vidrios
tus espejos, se estiran
sonetos entre pájaros y grises
hasta que llueve y
continuamos sudando entre sangre y cieno
entre sangre y cieno y
no te das cuenta
De qué te ríes, dime
¿De quién te ríes?
Salvaje río
te burlas de mi condena
y mi sangre amarga
y no me di cuenta
Quizás volaron mil
pájaros
otros perdidos
sosteniendo el agua
entre los picos
para salir a cazar a
morder
a morir
¿cómo decir te amo?
Con los ojos vendados
con los pies descalzos
y las ortigas en los labios
Con el viento durmiendo
y la sopa quemándose
con las uñas partidas
y un brindis por la
luna
un te amo bastardo,
verdugo y ermitaño
Y luego abres tus
brazos
y te encoges dentro
de un símbolo rojo y no
te das cuenta
que continuamos
mirándote
Orinoco simple
la angostura del mundo
que tropieza el día
primero
con un lenguaje ahogado
entre tus plumas
una seda que tiembla
a la luz de una única
vela
Que torpe fui al
desatarte las trenzas
y apagarte en un triste
suspiro
simplemente, que torpe
el caimán que se hundió
para darte la mano en
el centro de tu cúspide
mil veces siempre
sin darse cuenta
por horas, meses detrás
de tu cortina de humo
sin esperar
aunque un atardecer
delate que lo sabes todo
Todo, río iracundo
ingenuo y asesino, dime
de qué te ríes. |