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10 de abril, 2018
Cristina de la Concha
Notas al margen
En mi paso por Morena, conocí a un personaje que llamó mi atención por la
forma en que se fue ubicando dentro del partido, ¿”dedazo”? quizás parece
ingenua la pregunta pero el lector opinará. En el pueblo de donde es
originario nadie lo quería, se hablaba de que era corrupto y vendido,
pariente de un priísta que ha tenido un par de cargos importantes y de que
cabía pensar que era un infiltrado suyo. Supe que López Obrador no lo conoce
pero sí alguien cercano a él, no tenía relación sino que sólo se conocieron
cuando se inició el partido, él hablaba de los funcionarios del partido a
nivel nacional como si fueran sus “grandes cuates”. Y fue escalando cargos.
Averigüé que él había estado yendo a las reuniones y asambleas, se había
postulado, se había echado unos discursazos por su propia iniciativa y fue
obteniendo así un cargo y otro. Lo que se entendió fue que los tomaba
desprevenidos, que él planteaba esas postulaciones y cargos cuando nadie de
los presentes siquiera lo imaginaba y, sin tener noción de qué se trataba ni
de sus antecedentes, votaban por él porque no habían tenido tiempo para
reflexionar sobre el asunto, como dicen, “el que traga más saliva, come más
pinole”. Se echó a la bolsa a varios jovencitos a los que les prometió que
serían regidores y diputados. Nosotros, sus mayores, nos decíamos “pero
¿cómo le creen?, allá ellos”, sin embargo, esa credibilidad los tuvo y los
sigue teniendo de su lado, y le dieron y han seguido dando votos dentro del
partido, además de información y ciertos trabajitos de talacha como
transmisión de “mensajes”, de “ve y dile”, que digan cosas para que se
entiendan otras, que hagan ciertas cosas para provocar otras, oficio que
seguramente dentro de un partido debe tener un nombre pero no estuve tiempo
suficiente en Morena para enterarme. El asunto es que, cuando terminó la
contienda, supimos lo que ya temíamos: que ese personajito estuvo
manipulando gente en dos (¡2!) distritos electorales del estado a favor del
partido en el poder, y de esa forma en que las evidencias se escurren de las
manos.
¿“Dedazo”? No lo creo aunque cualquiera lo llamaría así, vaya,
cualquiera que llegue y lo vea, sabiendo que nadie en el partido de su
tierra natal lo apoya, pensaría que fue “dedazo”. ¿Que alguien de Morena
nacional “mandó decir” que lo eligieran? No lo creería. Fue su discurso
hipócrita, bien aprendido, su histrionismo, su experiencia partidista,
–provenía
del PRD–,
se les fue adelantando a los demás y el partido estaba en sus inicios, no
había mucha competencia ni tantos “colmilludos” como él, y si es infiltrado,
lógicamente tiene la asesoría de su patrón. El tipo continúa ahí en un cargo
a nivel nacional.
A estos entes hay que combatir.
Por “dedazo” se entiende que es cuando la cabeza designa a alguien sin dar
explicaciones y que el resto acata sin chistar. Pero si alguien se postula,
nadie lo puede rechazar si cumple los requisitos y gana porque los
militantes votan. Y si se presenta el hijo de López Obrador y se postula
para un cargo, puedo pensar que obtendría mayoría sólo porque es hijo del
líder del partido, no por “dedazo” sino porque los militantes se inclinarían
a favor de él. Y no pretendo defender a este señor sino simplemente plantear
lo que infiero de mi experiencia. En una ocasión, avisaron de una reunión a
la que asistiría su hijo mayor y todo mundo se apresuró a llegar, a
prepararse, a salir, los comentarios eran de exaltación, ante mi sorpresa,
no hubiera creído que tuvieran tanto interés en verlo. Así que no dudo que
estos jóvenes, si se propusieron como funcionarios, hayan obtenido un buen
número de simpatizantes.
Por otro lado, aprendí que la vida pública en mi país es muy peligrosa, que
atacan sin razón y que los golpes llegan, unos, tremendos y letales, sin
haber hecho absolutamente nada para merecerlo, pero que, paradójicamente,
una forma de protegerse es estar ahí, en la vida pública, que es un viaje
sin regreso, que la protección está en la luz pública o ser millonario o
dejar el país, porque los enemigos son, pueden ser, realmente muy perversos
y, por desgracia, a los vástagos y familiares los tienen en la mira.
Entonces, es de vital importancia dotar de armas a la descendencia para
defenderse, enseñarles lo que uno ha aprendido. Los que están allí van a
continuar allí mientras encuentren el modo, saben que sustraerse de la vida
pública implicaría riesgos, hayan sido de “los buenos” o de “los malos”. Y
vemos familias completas en la política y nepotismo por todos lados, sí, lo
hay, pero abundan los que buscan protegerse y pasan a formar parte de esos
grupos o mafias por ese motivo, ya en la corriente aceptan las reglas del
juego de ataques y revanchas, se vuelven eficientes tiradores y tramposos.
Si “los buenos” no dejaran el campo de juego libre a “los malos”, la gente
correcta, honesta, honorable, ni abandonaran la cancha a manos de los
agresivos, deshonestos, abusivos, violentos, salvajes, nadie tendría por qué
temer ni andar buscando protección.
cristinadelaconcha@hotmail.com
https://www.facebook.com/cristina.delaconchaortiz
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