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Esa especie de aura que rodea a una persona
subyugándonos,
el carisma, mágico, hechicero como Morgana, ejerce sus sortilegios y como
“abra cadabra” pone de par en par la voluntad hacia actos,
quizás no perversos o milagrosos, pero que sí nos sorprendan
a posteriori al percatarnos de que nunca los hubiéramos
hecho por nosotros mismos. ¿Qué es? ¿un espejismo en realidad?
¿Es la estética del cuerpo y el rostro en la persona carismática,
la estatura, el cabello, la complexión, todo en conjunto que
hace que el resto volteemos a verla en la calle, en un restaurant, en una reunión, atrayendo nuestra atención de un
salto como imanados, en ocasiones sin darnos cuenta? Más nos sorprende
al detenernos a observar que esta persona que ejerce esa tremenda
atracción en realidad no posee los atributos físicos merecedores
de tal atención, que en
realidad tiene la nariz chueca y una horrenda cicatriz que cruza
su mejilla, los ojos pequeños y pestañas de aguacero, es
obesa y de cabello relamido. Pero hay una empatía que produce
con nosotros, la sonrisa, los comentarios, la
conversación, la mirada, los ademanes, la gesticulación, la voz,
el estilo y nos provocan que como interlocutores permanezcamos muchas veces como hipnotizados, que sintamos
imposible quitarle la mirada y el oído arrobados con sus
facciones, su parpadeo, los pliegues en sus mejillas o el timbre
al decir nuestro nombre.
Es verdad, el
carisma que distingue al guía, a profetas y caudillos,
considerado desde todos los tiempos como una cualidad
sobrenatural o sobrehumana con la que nacen algunos, inasequible
para la mayoría, puede envolvernos y llevarnos tras quien lo
posee por rumbos impensados, como la Alemania de la década de
los treinta bajo los influjos de Adolfo Hitler, o los
913
estadounidenses de la secta Templo del Pueblo que se suicidaran
colectivamente en Guyana influenciados por su
líder.
Blanca Deusdad
Ayala, de la Universidad de Barcelona, España, en su tesis El
Carisma político en la teoría sociológica, nos dice:
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A pesar que
podemos definir el carisma como una característica
perenne de todas las sociedades y a pesar que no podamos
concebir las relaciones sociales sin su presencia, éste
tiene un lado oscuro. Puede convertirse en peligroso al
servicio de demagogos e ideologías como el fascismo.
(...)
No obstante,
el carisma es un atributo necesario para todo tipo de
líderes políticos democráticos, sin el cual los
políticos no pueden triunfar electoralmente. Considero
el carisma peligroso y simplista, puede incluso
sustituir la cultura política, sin embargo, no podemos
ignorarlo. Las muestras de afecto, las emociones, son
presentes en las manifestaciones políticas y refuerzan
las distintas adhesiones a los líderes y a sus partidos. |
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En realidad el
carisma puede ser un caparazón que esconda la verdad de su
líder: egoísmo, vanidad, soberbia, avaricia. El engaño más
grande puede estar detrás del carismático quien no requiere
mucho esfuerzo para mentir pues este don hace posible que los
demás estén dispuestos a creerle, su carisma suaviza los
resquemores, apaga las dudas, la desconfianza, obnubila la
suspicacia y sin necesidad de
hacer juramentos.
No es decir que todos los
carismáticos sean malintencionados sino simplemente que son
seres humanos iguales a nosotros, con defectos como todos, con
debilidades y complejos, no son inmunes al deseo ni al poder ni
al dolor, su única diferencia es su habilidad de seducir. Su
magia no va más allá de su virtud, no nos va a salvar como un
dios de los males que nos aquejan
y la mayoría de las ocasiones nos estará llevando por inhóspitos
lugares de arenas movedizas de donde no nos va a rescatar a menos
que le seamos útiles. Sí es decir que el carisma es sólo una
apariencia, lo que hay internamente es lo mismo que en cualquier
ser humano, incluso su interior puede ser sombrío y hasta
tenebroso con el envanecimiento que el carisma tiene la
habilidad de producir, y que para que mente y alma sean acordes
con el carisma es necesario un proceso previo de conocimientos,
estudio, reflexión, autoanálisis, lo cual, al observar la
currícula completa de estos carismáticos nos percatamos de que
no han podido pasar por él. Realmente han sido pocos los
caudillos, líderes y guías en la historia de la humanidad que
por intuición propia o por la guía de un tutor se han inclinado
hacia este proceso, o bien, que por un talento extraordinario
han alcanzado este nivel, como Jesús o Siddartha.
Con ellos no hay
más que disfrutar ¡porque son personas muy disfrutables!, su
carisma tiene la virtud de hacernos sentir bien, de hacernos
sonreír y ver el panorama con optimismo, pero no pasar de ahí, no
dejarse llevar por esa sensación de bienestar y seguridad, es
imprescindible cuestionar, cuestionar sus planteamientos no
obstante la recomendación de otros que nos son confiables, cuestionar
su estilo de vida no obstante su sonrisa radiante, cuestionar la
congruencia de sus actos no obstante la empatía, cuestionar la
coherencia de sus palabras no obstante su habilidad discursiva,
incluso sus comentarios aparentemente superfluos, por muy agradables
y simpáticos que
sean. |
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