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1er Encuentro Latinoamericano de Escritores Tulancingo 2007 - Confirman su asistencia desde el Cono Sur - ESCRITORES INVITADOS - Aprueba el Cabildo el Monumento - Se suman al apoyo - Avanza la organización - Carta de repudio de la poeta Celina Garay contra autoridades argentinas - ESCRITORES INVITADOS - Información para los participantes - Programa - El Cono Sur en Hidalgo y el 1er Encuentro Latinoamericano de Escritores Tulancingo 2007 - Aguilera, Ramos y Yáñez en el encuentro

Reseñas: Y cada quien sus impresiones...  - el argentino Ignacio Osorio nos dice... - un breve mensaje del argentino Darío Lobato - el morelense Daniel Wence... - Saúl Ibargoyen en Tulancingo, por José Antonio Durand - desde la Patagonia chilena Dinko Pavlov... - de Guanajuato, Pterocles Arenarius... - del D.F., Mónica Suárez... - Un domingo en Tulancingo por Dinko Pavlov - CÁLIDA BIENVENIDA  EN EL COLEGIO “JORGE BERGANZA” por Ignacio Osorio - Los poetas en Santiago, Tulantepec: en la Preparatoria CECYTEH nos cuenta Manuel Noctis - Carta de un poeta en el destiempo de Darío Lobato - Siete fragmentos y una calaverita, por Rodrigo Landaeta (Calaverita de Berenice Perea) - Cartas de: de Argentina, Hugo Barbero y la chilena Claudia Gómez Cañoles... - Tulancingo con el orgullo de tener el primer Monumento al Escritor Latinoamericano por Ignacio Osorio - El evento El Cono Sur en Hidalgo llegó a su fin con un éxito en el que nunca se pensó

 
       
    MEMORIA  
   

1er Encuentro Latinoamericano de Escritores Tulancingo 2007

 
       
       

23.Nov.07

 
 

De las Memorias:

Narrativa de Guadalupe Ángeles

José Antonio Durand

cuentos del tulancinguense Ovidio Ríos

de Tamalipas, José Manuel Romero

 

Poesía de

del defeño Félix Pacheco,

del morelense Omar Arriaga

del argentino Roberto Goijman

de Puebla, Moisés Ramos Rodríguez

de Progreso, Hgo., Jorge Antonio García

de Celaya, Gto. Javier Malagón

 

 

Homenaje a la escritora Elena Poniatowska 

Monumento al Escritor Latinoamericano en Tulancingo

Presencia del Cono Sur en Hidalgo

Poniatowska, Premio Rómulo Gallegos 2007 de Venezuela

La Presidencia Municipal de Tulancingo apoya el 1er Encuentro Latinoamericano de Escritores

El Cono Sur en Hidalgo y el 1er Encuentro Latinoamericano de Escritores Tulancingo 2007

 

   

Guadalupe Ángeles

 

Bosque

 

Cuando el sol se oculte te llevaré a un sitio que no podrás olvidar, si lo permites, vendaré tus ojos, para que cada sueño en soledad, venga a ti sin que sientas que debes esconder la mirada; sostendré tu mano al bajar la escalera; en el sótano (no gris, no azul: sepia) habrá una luz muy suave, un aire enrarecido.

         Desataré el nudo de la seda que cubra tus ojos, percibirás la luz, murmullos que vienen del otro lado de la pared.

Tomaré tu mano, el leve temblor que te cimbre no impedirá que sonrías.

         Verás la forma circular de la estancia, sentirás el frío que se desprenderá de esa sola y oscura pared, pero al traspasar la única puerta, encontraremos un nuevo espacio de tenues luces, extraño bosque donde árboles oscuros de caprichosas formas, elevarán su tronco hacia el techo ceniciento, y será justo al lado de uno de ellos, donde veremos a la mujer de mirada ciega, vestido de lamé dorado y largas manos blancas, las cuales juguetearán con una caja de cigarrillos y un fino encendedor de plata; guardaremos silencio escuchando sus palabras lentas, como una suave oración:

“Asistimos, tenaces, al recuerdo de la lluvia, / como si en su sonido se repitiera el breve latir del corazón. // Escuchamos voces y es como si nos ahogara el mar, / volvemos al naufragio de escucharlas. // Merecemos, tenemos la certeza, // un paraíso diferente: // Un paraíso. Punto, / y corremos por alcanzarlo / imaginando que estará aquí, pronto, / en la próxima calle. // Ensayamos despedidas / y memorizar los parlamentos / de una obra fragmentada / se nos vuelve costumbre. // Envidiamos el roce de una mano sobre unos hombros / y somos toda luz frente a la mirada del pretendido, cierto hallazgo. // Amanecemos muertos de nostalgia / y el rumor de unas palabras nos transforma: / “he vivido por ti”, decimos al silencio / y no hay brote en nuestras ramas / que no recuerde el tibio perfume de la noche / donde fuimos leve toque, luz. // “Tu rostro amado”, murmuramos / cuando la caricia es un proyecto, / el pretexto para vivirnos libres, / neutros, plenos. // Comprendemos entonces; / un soplo diminuto nos consume, / estoicamente rehusamos decir su nombre.”

Luego, la hermosa mujer encenderá un cigarrillo y fumará en silencio, con sus ojos ciegos, fijos en la nada.

Seguiremos caminando, y hemos de encontrarnos con un hombre fuerte, de traje cortado a la perfección, quien nos detendrá con gran delicadeza para decirnos con ansiedad creciente, a medida que le escuchamos sin decir palabra:

“¿Qué voy a hacer con mi corazón? / la sola idea de tu presencia / me abre en canal el pecho, / soy como un cadáver pero consciente, / antes de la autopsia lloro / pero mis ojos están secos / mis labios quebradizos / ¿cómo puede morir un cadáver? / Yo era frío sin ti / había alcanzado por fin la gélida prestancia / para atravesar el mundo frío / donde la vida me puso a vivir / pero tu alegría / tu beso a media noche / la posibilidad de tu abrazo / me arranca de mí…”

Se interrumpirá de pronto, correrá hacia la puerta, escucharemos sus pasos al subir de prisa la escalera.

Luego serás tú quien me conduzca hacia un niño de cabello lacio, quien nos preguntará al borde del llanto:

“Si muero esta noche / ¿tendrás tiempo para verme? / ¿lloverá cuando amanezca en la muerte? / ¿te quedarás conmigo un buen rato para contarnos todo lo que no tuvimos tiempo? / ¿te reirás de mis pecados? / ¿muerto regarás algún jardín en algún lado? / ¿Abriré los ojos y te reconoceré?”

Querrás abrazarlo para darle consuelo, pero él, cuando tu mano se desprenda de la mía para enjugar su llanto, desaparecerá, al tiempo que yo he de decirte con suavidad:

“Quisiera hablarte en la lengua de los muertos / quisiera abrir alguna herida / ¿cuál brazo prefieres? / quiero que de tanta sangre crezca un río / y en él ir hasta el mar donde habrás de recibirme / ¿hay barcas en la muerte? / ¿tiene la eternidad atardeceres?”

Casi puedo ver tu sonrisa triste, pues en ese momento lo sabrás al fin: ambos hemos muerto.


 

 

 
           

 

Gracias por su visita

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