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Lorenzo
Arroyo
ITEMS
Notaría Núm. 5
Grupo Educativo Virtud y Ciencia
Centro
Universitario del Oriente de Hidalgo
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Colegio Pedro de Gante
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En el camino a
casa, Cristina nos relató el desastre que su ciudad había
vivido semanas antes, debido al desborde del río. El único
rastro de ello eran los sacos de arena apilados en el
borde. Al llegar a casa conocí a los primeros escritores,
Darío, Roberto, Reynaldo y Elvira, quienes estaban
sumergidos entre papeles, afiches y tifas que anunciaban el encuentro.
Seguí feliz a pesar del cansancio del viaje, porque ellos fueron muy
acogedores. Me sentía como en casa. Cerramos los ojos y de pronto
estábamos en la apertura del encuentro. Las y los escritores llegaban a
tomar ubicación
una tarde soleada. Casi nadie se conocía. O ese era mi
sentir.
Hoy que plasmo estas palabras puedo afirmar que no sólo nos conocimos
sino que encontré a amigas y amigos. A muchas y muchos escritores que
compartieron sus decires y sus afectos. Desde mi visión de ensayista
veía como las poetas mujeres a través de sus textos dejaban atisbos de
sí. Una mirada introspectiva las hacía viajar desde el erotismo más
vivido o imaginado, hasta la angustia que remontaba a la muerte y al
abismo. Las palabras juguetonas, que daban risa, se hacían presentes en
aquellos textos, en donde el sapo príncipe no se transformaba nunca, en
más que en sapo. O en donde el doble de Jesús era crucificado por
enésima vez y terminaba siendo apaleado y desnudado. Las/los cuentistas
me transportaban a esos mundos compartidos y reconocidos, tal vez
porque algo de mi idiosincrasia había ahí. Aunque en uno que otro, se
daban mundos insospechados e inciertos, en los que no se sabía si eran
productos de una pesadilla o una fantasmagoría. Tal vez, me decía, hay
un guiño a Rulfo. Y otros me parecían cinematográficos. Era como ver las
escenas en la tele. Los dramaturgos proyectaban historias complejas, en
las que veía ciertas influencias del teatro del absurdo, hasta
pinceladas posmodernas.
Uno de los ensayistas
me alumbraba porque me hablaba de mujeres chicanas y de sus
problemáticas en EEUU. En todos esos textos están los nombres de las
amigas y amigos que se me vienen atropelladamente a la memoria,
Antonia, Mónica, Teresa, Cristina, Ovidio, Lorenzo, Daniel, Esther,
Patricia, Manuel, Francisco, Marisol, Ana Laura, Queta, Darío, Javier,
Rocío, Karina, Miriam, Encarnación, Ana María, Ariosto, José, Luis, Casandra,
Elvira, María Elena, María Eugenia, Nataly, Mariluz, Marta, Peterocles,
Hugo, Ricardo, Ignacio, Octavio, Roberto, Dinko, Ulises, Javier, Miguel,
Rodrigo, y tantos otros que se entregaron al encuentro, para
encontrarnos.
… En
este culebrear de la memoria se me vienen los recuerdos de las comidas.
Hay una añoranza tan grande en mí de las comidas mexicanas, y no es sólo
por degustar otra vez los sabores, los colores y olores sino porque en
esas instancias, se daba el otro encuentro, el de la sobremesa. Fue en
esos momentos en donde nos acercamos unos con otros para hablar de
nosotros. De los lugares en que vivíamos. De las idiosincrasias de
nuestros países. De las diferencias de las comidas. Una de esas veces
dije que no me gustaba el ají, y más de alguien se sorprendió.
Obviamente, si allá a todo le ponen chile. Bueno, yo igual me sorprendí
de su obsesión por el ají (Broma). Y conté de las clases de ají que yo
conozco en mi país. El puta madre, el cacho de cabra y el merquén.
Luego, en otras comidas se me adelantaban para advertirme de lo que
picaba y no. Y en eso, yo veía cariño y preocupación. Por qué no
decirlo, me empecé a enamorar de México.
Hoy tengo una
teoría que se la he comentado acá a mis alumnas y alumnos sobre el
chile-ají. Aunque no la he comprobado científicamente. Pienso que
ustedes, las y los mexicanos que conocí, son tan tentados de la risa,
tienen ese humor tan chispeante porque comen chile todo el día. Y creo
que el chile tiene ciertas propiedades que producen ese efecto
(Broma). Y para qué hablar de mi teoría sobre el te quila…
Se me aparecen
mundos metamorfoseados de colores, olores e imágenes en mis sueños. Y me
ha dado por pensar que esos mundos son nuestro mundo, el que queremos
los que estuvimos presentes, en el encuentro del Cono Sur en Hidalgo,
ese mundo es Latinoamérica en imágenes. Hay una utopía en mí que creo
compartir con aquellos que estuvimos ahí. Imagino una Latinoamérica más
unida, una en la que se reconozcan las diferencias, en la que se asuma
la diversidad étnica y cultural, y como bien lo dijo Elena Poniatowska,
una Latinoamérica que se una para darle de comer a su gente. Cristina de
la Concha muy sabiamente nos ha llamado conosureños y yo acepto el
apelativo y el anhelo de que cada una y cada uno de las y los escritores
que estuvimos presentes nos sintamos partícipes del Cono Sur y que la
literatura como oficio nos impulse a ello.
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