Ovidio Ríos
Cuentos
La otra fe
El día en que la tierra
dejó de girar no pasó gran cosa. Los científicos fueron llamados
“especuladores del fin del mundo”. Los profetas fueron testigos del
inicio del Reino Eterno. Cada ciudad era una fotografía, ya que no
cambiaba nunca su horizonte. En algunos lugares había noche eterna; en
otros sólo el día. Algunos se pensaban especiales por tener siempre un
atardecer o el amanecer. La gente ocupada con su faena cotidiana
perpetuó sus labores hasta que, aburridos por el mismo paisaje,
empezaron a caminar sin rumbo, a profesar que el mundo giraba.
Marcapasos
—¿Cómo
te fue? —le preguntó su esposa.
—Dicen
que tengo el corazón de un señor de 60.
—¿Y
qué haces con él?
—No lo
sé, te juro que la bolsa de mi camisa estaba vacía y al momento del
interrogatorio empezó a chorrear sangre. Justo cuando me pidieron una
pluma para firmar.
—¿Pues
qué te preguntaron?
—Que
si alguien de mi familia era hipertenso.
—¿Delataste a tus padres?
—No,
cómo crees.
—¡A
tus abuelos!
—No,
para nada.
—¿Entonces?
—Empecé a sudar y se me resecó la boca. Salí corriendo. Querían
arrestarme. Me escapé. Sabía que si corría me delataría yo solo y no
llegaría muy lejos, así que empecé a caminar y poco a poco subí la
marcha, troté y enseguida pude correr hasta llegar aquí.
—Seguramente te siguieron.
—No
creo.
—Más
vale que te escondas. Van a venir por ti.
—¿Cómo
lo sabes?
—Tus
zapatos están manchados.
|