Tulancingo cultural tras los tules... Tulancingo, Hidalgo, México |
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Mayo 06 |
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Ma. Encarnación Ríos
Gustavo Adolfo Hernández Merino
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Luz Angélica Colín
_________ “LAS MUÑECAS NO HABLAN”
Sentada sobre las baldosas de aquel frío suelo rojo, el crujir de los papeles que iba sacando de aquel trinchador de madera vieja, era lo único que aquella mañana gris de invierno podía escucharse. Su hermana varios años mayor que ella, dormía profundamente en una de las camas gemelas sin que siquiera su acompasado ritmo en el vaivén de su pecho, pudiera oírse. Nubes voluptuosas se descorrían como cortinas viejas haciendo un techo de cartón y alambre sobre el cielo, que tapaba el poco y temblorino sol que intentaba asomarse. Aranzazu giro en redondo sobre su cama, se escucho un ronco suspiro venido de lo profundo de las cobijas hechas ovillo y un chasquear de dientes que indicaron su molestia por el ruido en los papeles. Cecilia tendría 3 o 4 años a lo sumo. Con las piernitas cruzadas bajo de la piyama, intentaba a esa temprana hora encontrar sus cuadernos de dibujo y recortes, a esa hora en que toda la enorme y vieja casa dormía… Angela y Florencia, sus nanas favoritas, no deambulaban por la casa haciendo el desayuno, pues habían salido mas temprano que de costumbre en día domingo. Cecilia encontró su muñeca de trencitas y listones amarillos debajo del cartoncillo con estambre que protegía su cuaderno de palabras recortadas, recortadas las ansias de jugar, recortadas las ganas de comer, recortadas las horas de juego vespertino por el castigo de comer hasta el último bocado del plato que desde las 12 y media del día le era servido y que ella, melindrosa y rebeldemente rehuía… recortados los mimos y cuidados de una madre ausente, recortada la relación con Aranza quien la encontraba todo el tiempo blanco de sus burlas y desplantes de hermana mayor… -eres tonta o te haz vuelto loca… las muñecas no hablan…- le dijo una vez a Cecilia, cuando ésta le contó que Carina, su muñeca igual a su tamaño, una mañana, desde el ropero sentada, cuando todos se fueron a misa y la olvidaron dentro de la casa, le había mirado con un brillo en los ojos y le había dicho unas palabras. Escondidos en aquel mueble, recortes y mas recortes, unos crayones, una muñecas de papel a medio acabar, las tijeritas de plástico azul fuerte, los sellos como timbres postales para el cuaderno de palabras, los lápices de colores, los lápices de dibujo HB que había tomado de la mochila de Aranza y de su estuche metálico con olor a madera también recortada… El fastidio de Aranza volvió a reborujarse bajo las sábanas, molesta por aquel de Cecilia, “su ruido de rata”… y Cecilia, encontrando alta la ofensa, se levantó de puntillas, atravesó el enorme cuarto y se detuvo frente a la gran ventana, tomó el cordoncillo de la persiana y reuniendo toda la fuerza de que era capaz, con las puntas de los pies alzadas, tomó aire y haló fuertemente y de un solo golpe, los arillos que abrieron la ventana. Ruido, golpe y luz se hicieron uno y esto enderezó a Aranza, quien odiándola, la tomó por los hombros la aventó de un empellón contra el picaporte de cobre de la ventana y Cecilia con el golpe a media nuca, se resbaló por la pared como una muñeca, sin decir nada.. -Las muñecas no hablan, te dije que las muñecas no hablan…-
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