Ma.
Eugenia Rodríguez
SOBRE LA PIEL DEL TIEMPO
A Tere
I
Los rojos frutos caen redondos sobre la hierba
caen estériles sobre la piel del bosque
tornazules alas los miran y alzan el vuelo
frutas besos sin aliento
Los cerezos lloran aumentando el caudal de los arroyos
II
Canto de sirenas
lamentos solitarios sin respuesta.
Cardumen rojo que al atardecer la marea tiñe
lentejuelas que viven al reflejo del sol crepuscular
destellos que mueren irremediablemente
como luna sin noche.
III
Bajo esta
piel habita la negrura
una antigua luna que huye como tórtola asustada
estrellas muertas que engañosas brillan.
En
ella descansan inventarios:
tropeles de enardecidos besos
memorias de la cálida corriente
leyendas habitadas de festivos universos
entramados de incesante lluvia
piedras ataviadas de musgo y fechas
ocultos sueños deseos
prontuario ya sin hojas.
ME HAS NOMBRADO TIERRA
Me
has nombrado tierra
cascada de humo perfumado de limo
así dando el fuego surgido de mis senos
y
la tormenta inundando el nacimiento
Brazos como olas arrebatan el germen del cielo
y
el complacido me posee
me
convierte en aire y en palmera
de
jugosos frutos
y
acomodo mis rodillas cubiertas de verde
ancladas al campo de espigas maduras
de
mi boca surgen signos
de
adviento
SABOR DE SAL
Agoniza el canto
mi
corazón es un árbol herido en el atardecer delirante
mis manos se someten sin reparos a la tortura de la inmovilidad
y
mi garganta calla bajo las alas del cenzontle que roba cada noche su
voz.
Circundo la casa, engañosas ventanas me prometen resguardo
una puerta cierra decidida el ojo de la llave.
y
ahí me fundo, mientras danzarinas gotas de luna, me salpican la cara
Un
farolero me indica la vereda sin retorno
Y
cuando vuelvo el rostro, mi piel transpira un acre sabor de sal.
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