Leticia Cortés
EL PRECIPICIO SE
HACE
Máquina constante
trituranombres y huesos.
¿En qué momento
esa máquina se hizo mis sábanas y
almohadas?
¿En qué momento
la rutina de la trituración
se convirtió en caricias de lenguas
y el dolor se hizo mi amante?
Mi esqueleto es
ruina de nosotros.
–Odio
el teatro, detesto tus máscaras – dijiste
Y como personajes desconocidos
desenvainamos las palabras
nos agredimos.
Nos cortamos el cuerpo y la coraza.
–Detesto
tus palabras falsas– te dije
Y en puntos suspensivos, nos atacamos
los adjetivos y los verbos.
Nuestras raíces se enredaron
los ojos se hicieron aves de rapiña y
búhos.
Nos atacamos porque no nos pudimos
amar.
Porque los lienzos de nuestro llanto
eran utopías de silencio
arpías con arpas en las manos.
Buscamos el punto cercano
donde la muerte y la risa
eran cristales de un mismo
calidoscopio.
–Quiero
estar contigo para siempre
–Quiero
matarte toda la vida
Y nos revelamos el miedo y los toques
de lluvia
sobre los cielos que hicimos nuestros
con sus colores y sus infiernos.
Juramos arrebatarnos las
pieles.
Nos desollamos con las palabras y las
agresiones.
–Me
hieres– te dije
En la intuición del fuego
nuestras bocas fueron ampollas de
odio.
Seguimos luchando hasta que murieron
las palabras.
Y bailamos
hasta convertirnos en sombras.
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Toco un ojo de árbol y nos sé
haciéndonos agua con fuego: danza en la comisura de los labios. Me
tiento nota y húmeda en mi pubis: columpio en tu ráfaga de garúa.
Instantáneas gimiendo de los instantes de mi cuerpo en tus dedos. Toco
una hoja de tu nombre que me consagra y me bendice. Tu sangre como cáliz
en la pronunciación casi imperceptible de mis muslos coagulándose con tu
pierna. Me toco y mis manos son las tuyas que me acarician y gotean
trozos de palabras entrecortadas de mis gritos a tu boca pronunciando
una mueca de silencio placentero. Toco un sonido en tus ojos y tus manos
son. Toco un ojo de árbol y nacemos en el origen de nuestros párpados.
Toda yo soy seca cuando sola, y el cuadrivio como laberinto: nosotros en
un sólo punto con nuestras cuatro extremidades pidiéndose besos y
mordidas. Imágenes en sepia con movimientos fugaces en la lente.
Nosotros son colores. El amor es real: sin gamas. Deshojo mis
sentimientos y me pregunto. Sólo un eco es triste volver a mí sin
ti.
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Qué cosas palpitan
debajo de nuestros ombligos.
Qué pieles
Qué evolución de
sábanas en los resquicios del corazón.
Me sabes a Dios
cuando te nombro y cuando te beso
El miedo ya no
existe
Me quiero mudar a
tu piel
Pero sólo consigo
estremecerme.
Reclino la cabeza
Para que la fuente
de mis lágrimas
Sea un zapato roto.
Que pueda morir mi
sangre hundida
Y quedarme seca
Oscura como hambre
desfallecida.
Quiero fluir sin
desprenderme de mi corola y de tu cáliz
Esperar quieta
Sobre el jardín
solar.
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