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Violeta
Rivera
Omar Roldán
Santiago
Risso
Maki España
27 de marzo:
Ricardo Luqueño
Isis
Bobadilla
Abril Medina
Jaime Loredo
Gustavo Adolfo Hernández Merino
José Francisco
Ruiz Hernández
Ma. Eugenia Rodríguez
Gaitán
Isabel Medrano
Moisés Elías Fuentes
Javier Malagón
Leticia
Cortés
Rafael
Salmones
20 de marzo:
Arcel Muñoz
Lucina Kathman
Iván Trejo
Berónica Palacios
Aniceto Balcázar
Jonathan
Solórzano
Jesús Cervantes
José H. Velázquez
Francisco Moreno
José Antonio Aranda
Emma Rueda
Dora Moro
Yuly Castro
Los
asistentes al encuentro
Tercera entrega:
Leticia Herrera
Álvarez
Elisena Ménez
Queta Navagómez
Patricia
Matapoemas
Enrique Dávila
Diez
Fanny Enrigue
Marco
ísgar
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Palabras Malditas
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Maki España
EL
ANILLO
Antes de llegar al
hotel quise quitarme el anillo, pero no pude. Los años puesto lo han
aprisionado a mi dedo o viceversa.
Quise sentir el aire en mi anular por un instante. Tu anular estaba
vacío, qué decepción. Mejor me marcho ahora. No quiero arrepentirme de
nada o de todo, no quiero primavera en mi otoño. No quiero que mi esposo
se convierta en buey aunque ya lo es.
Un cuarto simple, porque en la simpleza radica el pecado natural.
Éste es un hombre, no payasadas. Chúpame lo que quieras.
Otra vez, el dedo, el anillo que parece grillete. En verdad crees que tu
saliva lo zafe. Sí, claro, podemos intentarlo. Hazlo una vez más y otra.
Amor morado, amor negro. No estás bien, escúpelo rápido. Está bien,
quédatelo, no te enojes, no me gruñas. Ya le diré a mi marido que me
compre otro. Quédate con el anillo en el anular de tu manzana.
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BON VOYEUR
Escuchaba
a lo lejos los tacones y cada vez se acercaban más, le seguían las
pisadas de unas botas vaqueras. Lo sabía porque a cada paso sonaba un
muuuuuuu inconfundible.
Tenía
poco más de una hora esperándolos con impaciencia. Esta vez sí había
traído mis palomitas con extramantequilla y una coca de litro. No quería
quedarme con hambre a mitad de la función.
Entraron y cerraron con pasador, ella ya respiraba difícil y él iba más
que filoso. Se devoraban como antropófagos con un mes de no comer. Se
gritaban cosas sucias, say me cowboy, saymee pig, oin.oinc.
Los trescientos pesos del cuarto estaban siendo desquitados. Casi lo
rentaba 3 veces por mes. Ingeniosamente había acondicionado ese cuarto
para que fungiera como mi enorme cabina porno: en vivo y a todo color.
Meses
antes había perforado un agujero justo frente a la cama del cuarto
contiguo y desde ese día mi vouyerismo había sido gratamente
correspondido. Eso sí, había cosas desagradables también, como una vez
que por más de una hora vi el enorme trasero de una mujer de casi
sesenta años, yo sólo pensaba en el pobre infeliz que tenía debajo, fue
una dosis anti-lujuria.
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En otras ocasiones
me recompensaban los fulanos que llevaban a las nenas de la
esquina, el silicón siempre se ve bien.
Había
tomado ya cierta preferencia por la parejita del ranchero bien dado y
su mujer, eran huéspedes frecuentes, daban buen show. Eso sí, nunca me
la chaqueteaba viéndolos, no era ningún depravado, sólo un observador
pernicioso.
Seguían dale y dale el vaquerito y su vaquerita. No supe si fue mi
respiración de macho en brama o mi mirada penetrante, pero se detuvieron
en su marcha hacia Estación Clímax. El vaquerito empezó a caminar
directo hacia donde estaba mi agujerito y mi ojo clavado inmutable ante
el pene que a cada paso se hacia más y más grande.
No
sentí ningún golpe, pero empecé a ver todo blanco.
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ABERTURA NO. 9
Ya no teníamos
nada de que hablar, yo estaba embrazada y tú, bien gracias. No sabía la
razón por la que me habías citado en ese cuarto de hotel, aunque
en tu mail especificaste “sin fines lujuriosos”.
La indiferencia se vestía y se desvestía frente a nosotros sin
inmutarnos, empezaste a justificar tu falta de pantalones con argumentos
machistas y pueriles. En mi cabeza sonaba la obertura No. 9 de Chopin.
Ya no te escuchaba, tu voz se había convertido en un blablablablaa que
llegaba difícilmente a mis oídos.
De repente dolor en el vientre, era la primera contracción. Luego otra y
otra. El bebé quería nacer. Cogiste el teléfono para pedir una
ambulancia.
Tocaron la puerta. Yo, histérica, parturienta. Eran las camareras, justo
al verlas, se rompió mi fuente. Pánico en la habitación no. 9.
Traté de recordar todo lo que me habían enseñado en mi curso
profiláctico y justo descubrí que vale madres para la futura madre.
En medio de los quejidos que lanzaba entre promesas a la virgencita de
Guadalupe de que jamás iba a volver a abrir las piernas si me sacaba de
ésta. Arribaron prestos los socorristas de la Cruz Roja.
Ya imaginaba la
cara de los operadores de urgencias: Mujer dando a luz en hotel de paso.
Tan rápido lo hicieron.
Señora, señora. No soy señora, soy señorita, tengo 19 años. Aja
señorita, su abertura es de 9 centímetros, su hijo ya va a nacer, puje,
puje. Ya veo la cabecita. Viene viene, dóblese tantito, listo un bebe en
cinco minutos.
Se llamará hotelito.
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